Hace exactamente diez años, la popular agencia de quiniela “Carozo” se teñía de sangre y muerte.
El 16 de julio de 2010 a las 21.45, Federico Cornejo llegó a la esquina de Ignacio de la Roza y Ramón Díaz, (Desamparados) junto a un cómplice a bordo de una moto Maverick 110.
Empuñando cada uno un arma calibre 32, ingresaron a la agencia con la intención de robar la recaudación del día. A los gritos y mostrando sus revólveres, amenazaron de muerte a la mujer del agenciero y encañonaron en la cabeza a un subagenciero que se encontraba realizando la rendición.
En ese preciso momento, el ladrón de apellido Cornejo, de tan solo 18 años, intentó saltar el mostrador y recibió un certero balazo en el pecho de parte de Luis Coll, quien disimuladamente había tomado el arma debajo del mostrador para defenderse.
Las pericias policiales confirmaron posteriormente que Coll, conocido posteriormente como el “Justiciero” de Capital, también disparó contra el otro delincuente. Al no poder responder con su arma, el ladrón menor de 17 años se rindió tirándose al piso, pero Cornejo salió corriendo de la agencia con la intención de escapar. Esos fueron sus últimos pasos, ya que cayó muerto a cinco metros de la agencia, en plena calle.
El quinielero que se resistió a sangre y fuego he hizo justicia por mano propia, afrontó posteriormente un proceso judicial en el que fue declarado inocente bajo la figura de homicidio en legítima defensa.
La vida de la familia Coll nunca volvió a ser la misma. Más allá de estar en libertad y haber podido justificar su accionar frente a la muerte del delincuente, Luis Coll y su familia sufrieron un sin número de amenazas de parte de familiares y amigos del joven fallecido. Incluso la policía tuvo que poner custodia policial permanente en su casa y negocio durante años.
Al momento del hecho, Luis Coll tenía la misma edad que tiene actualmente Jorge Ríos (71), el jubilado de Quilmes que mató recientemente a uno de los ladrones que había ingresado a su casa para robarle. Ambos casos comparten la característica de dividir posiciones frente al alcance de la legítima defensa y la justicia por mano propia.
Nunca más se supo de la vida del “Justiciero” de Capital, algunos aseguran que tuvo que mudarse a otra provincia por las constantes amenazas de muerte hacia él y su familia. Diez años después, continúa la polémica y surgen las mismas preguntas frente a la inseguridad: ¿Estuvo bien? ¿Fue legítima defensa? ¿Se puede hacer justicia por mano propia?