Su hija Mariana lo calificó como un "narcisista malvado y sin escrúpulos". A los 93 años, murió ayer Miguel Osvaldo Etchecolatz, el represor que durante la última dictadura militar ordenó la tortura y muerte en 21 centros clandestinos que funcionaron en la provincia de Buenos Aires.
Condenado nueve veces a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, su figura será recordada en la historia por ser uno de los principales responsables y ejecutores del período más oscuro del país.
El dictador murió sin revelar el destino de la nieta apropiada Clara Anahí Mariani (a quien retiró en sus brazos tras acribillar a balazos a su madre) ni el del desaparecido albañil y militante peronista, Jorge Julio López, cuyo testimonio fue clave para que Etchecolatz recibiera, por primera vez en la historia judicial argentina, una condena por genocida.
"Lamento que Etchecolatz, un ser nefasto, se haya muerto sin decir nada, sin decir dónde están los desaparecidos, porque nunca aceptó sus crímenes, porque no dijo dónde está mi viejo", dijo Rubén, hijo de Jorge Julio.
El exdirector de la Policía Bonaerense y mano derecha del general de brigada Ramón Camps durante la dictadura cívico militar falleció a las 5.30 de ayer en la Clínica Sarmiento de la localidad bonaerense de San Miguel, donde se encontraba internado con custodia policial.
El represor murió cumpliendo condena en una cárcel común. Pese a que a principios de junio había sido beneficiado con la prisión domiciliaria por problemas de salud, antes tuvo que ser trasladado de urgencia a una clínica dónde finalmente falleció.
Etchecolatz fue el autor material de secuestros y desapariciones vinculados a "La Noche de los Lápices" (1976), uno de los episodios más crueles de esos años, en el que fueron detenidos 10 adolescentes en La Plata (Buenos Aires), para cortar de raíz una movilización en las escuelas a favor del boleto estudiantil. La mitad de los detenidos murió después de terribles torturas en distintos centros. Sus cuerpos nunca aparecieron.
En septiembre de 2020, el represor había sido internado por sufrir un trastorno craneoencefálico con pérdida de conocimiento. Padecía deterioro cognitivo, insuficiencia cardíaca, insuficiencia venosa y otras complicaciones a raíz de un ACV isquémico.
Etchecolatz fue condenado en 2018 a la pena de prisión perpetua por homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado; violación, en grado de tentativa, en concurso real con abuso deshonesto; "y privación ilegal de la libertad cometida por funcionario público agravada por mediar violencia o amenazas y tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima".
Había sido condenado nueve veces por delitos de lesa humanidad, sumando en mayo de este año su última condena por haber torturado a siete víctimas y haber asesinado a otras tres en el centro clandestino "Pozo de Arana".