Un día como hoy pero de 1970, hace ya medio siglo, San Juan se enteraba a través de DIARIO DE CUYO de una tragedia aérea que tuvo como escenario la localidad jachallera de Mogna y que se cobró la vida de dos personas, entre ellas la de un sanjuanino.

Fue un cazador el que halló la aeronave, que estaba incendiada y que transportaba un cargamento de cigarrillos de contrabando. 

La historia remonta a la noche del 19 de abril de 1970. Eran las 23.30 de aquel día cuando Juan Pastén, en ese entonces de 48 años, se presentó en la comisaría 18va de Albardón. Estaba casi sin aire y no era para menos: iba a ese lugar para avisar a la Policía que horas antes había descubierto un avión totalmente destrozado, en un campo conocido como "El Tránsito", cerca del río La Laja, a pocos metros del antiguo camino Mogna.

Pastén dijo a los pesquisas que hacía varios días que se encontraba cazando en esa zona, a la que conocía como la palma de su mano. Y que se sorprendió al ver algo que brillaba entra unos arbustos, que luego, al acercarse junto a otros cazadores, comprobó que se trataba de la parte de un avión incendiado. Los policías le preguntaron si había visto algo más y el hombre les confesó que le parecía haber visto dos cuerpos.

De inmediato una patrulla partió hacia la dirección indicada, acompañados por el denunciante. Eran casi las 5 de la mañana del día siguiente cuando arribaron al lugar, después de haber recorrido unos 55 kilómetros.

Los efectivos confirmaron que Pastén no mentía: efectivamente hallaron los restos de un avión incendiado y los cadáveres de dos hombres, uno de ellos totalmente carbonizado. También pudieron establecer que se trataba de una máquina dedicada al contrabando, pues a su alrededor y a un radio de unos 20 metros se hallaban esparcidas entre arbustos y piedras, gran cantidad de cajas de cigarrillos importados, de distintas marcas.

El avión era un Cesna monomotor de ala baja, con característica nacional, color azul y blanco, matrícula LV-GAN.

Los investigadores establecieron que el piloto era Miguel Villate, que se domiciliaba en Asunción, Paraguay. Al parecer, después de que el avión se estrelló, quedó aprisionado en la cabina y luego el fuego dejó su cuerpo calcinado. Fue hallado sin las piernas y la hipótesis era que murió en el acto.

El sanjuanino Benito Osvaldo Oyola

La otra víctima fue el sanjuanino Benito Osvaldo Oyola (40), quien vivía en Concepción, Capital. Iba como acompañante. Los pesquisas tenían la hipótesis de que presumiblemente había alcanzado a salir de la aeronave luego de la caída. Su cuerpo estaba debajo de uno de los alerones del avión, en completo estado de putrefacción, con el rostro, las manos y las piernas invadidas por las hormigas. Lo hallaron sin calzado, con un pantalón azul y una campera gris, deteriorados por el fuego y la acción del tiempo. En ese entonces no se descartó la posibilidad de que haya muerto deshidratado.

 Contrabando 

Alrededor de los restos de la máquina y las víctimas, los policías se encontraron con gran cantidad de cajas de cigarrillos. También había una botella de whisky importado a medio consumir. 

 

Teniendo en cuenta la forma en que se encontraban los restos de la máquina, surgió la hipótesis de que una falla mecánica provocó la tragedia. El avión supuestamente se estrelló de punta y luego rebotó a unos 20 metros de distancia de ese impacto, donde finalmente se incendió.

Cerca del lugar del accidente, más al Este, se encontraban las pistas naturales que eran utilizadas clandestinamente por los contrabandistas.

 

Según los registros, el avión había partido el 8 de febrero de ese año de Paraguay. La carta de ruta era desde ese país a Salto, Brasil. Pero la máquina traía el contrabando de cigarrillos a San Juan, y no el destino que hicieron figurar en la carta de vuelo. Es más, se dijo que la salida de la máquina no había sido comunicada a quienes controlaban la actividad aérea. Es por eso que, desde que la máquina cayó (se cree que en febrero) hasta que fue encontraba, no se tenían noticias de los desaparecidos.