Una vaga sensación de hartazgo, propia de cuando la paciencia ha sido colmada, me está ganando por estos días. Y a varios de mis connacionales, por lo que veo y escucho. Notamos que hay como dos países, uno angustiado y que está a punto de colapsar, y otro, el que habitan la mayoría de los políticos, que ya están alegremente lanzados en campaña. Y al hacerlo, se radicalizan aún más en la diatriba hacia el otro. Fanáticos por la derecha, fanáticos por la izquierda. Y en el medio nosotros. A veces, como me ha ocurrido, nos dejamos llevar por alguna de esas posiciones extremas, y también, voluntariamente o no, contribuimos a reforzar posiciones, en uno u otro borde del abismo. Y así, no hacemos nada más que seguir ensanchando los márgenes, de ese espacio vacío que Jorge Lanata acertó en llamar "grieta". No deseo seguir allí. Trataré de contribuir desde otro lado. Dejaré las acusaciones, los reproches, los insultos, para quienes se están disparando por sobre nuestras cabezas, procurando alejarme de ese fuego cruzado. Creo que se puede poner un granito de arena desde otro lado, tomando distancia y elevándonos por sobre ese tiroteo interesado, donde se exponen, exageran y mienten, sobre los pecados cometidos de uno y otro lado.

Trataremos de sobrellevar ese permanente estado de enfrentamiento, siguiendo las reglas del sano juicio y el sentido común, con la Constitución Nacional bajo el brazo.

Está muy grave el enfermo como para seguir a quienes aconsejan "cortar la pierna", antes de analizar si lo puedo sacar con más medicina. Lo cual supone gradualismo en el tratamiento. Veía el sábado pasado por televisión, a un candidato a presidente ofrecer una receta cruenta, directa, una combinación de medidas que suenan convincentes, pero contradictorias, de hacerse todas a la vez. Bajar el gasto público, bajar los impuestos, eliminar los subsidios, eliminar los planes, crear trabajo, fomentar exportaciones, etc. Si se pudiese hacer esto sin que nadie quede afuera, es decir "sin cortar la pierna", sería maravilloso, pero es de cumplimiento imposible. Una utopía. Entonces es jueguito para la tribuna. Cualquier cosa puedo decir sin costos, mientras esté en campaña. Total el que tiene la responsabilidad de gobernar es otro. Y aliento a que pague los platos rotos, lo cual le hará perder chances y aumentar las mías. Ante el comentario equilibrado de un periodista, en esa misma mesa televisiva, el candidato en cuestión le saltó en cruz, diciéndole que no había que ser tan tibio a la hora de calificar a "estos tipos". Una fiscal federal, también comensal, puso las cosas en su justa dimensión, cuando le dijo al candidato que la sociedad estaba esperando de los políticos que dejen de pelearse, se alejen de su trinchera partidaria y traten de consensuar para ver cómo sacamos este enfermo de su estado de coma. Estuve de acuerdo con ese pensamiento. Por supuesto me seguirá doliendo la corrupción no resuelta, el demérito a la propiedad privada, el tribunal que va a juzgar las opiniones de la prensa, el jaqueo a la justicia, la presunta venta récord de terrenos fiscales en el CABA, y otros desmanejos, de ambos lados. Pero me inclino por poner energía en iniciativas como el Acuerdo San Juan, que promueve el gobierno local, para apoyarlas, y aprovechar esta columna para proactivar la conclusión de los mejores proyectos. Que la balacera de aquel fuego cruzado, me encuentre subido al tren de los que usan la cabeza para proyectar un futuro posible, capaz de empujar el carro que saque la República, de este pantano donde se debate lastimera.

 

Por Orlando Navarro
Periodista