Una investigación realizada por las periodistas Lucía Toninello y Mariana García para la agencia de noticias Télam deja al descubierto una trama donde unos 62 sacerdotes de nuestro país están acusados de algún tipo de abuso y/o acoso.

 

Hasta el momento, son 59 sacerdotes y tres monjas los denunciados en el país, de los cuales solo ocho recibieron una condena judicial.

 

Uno de ellos es el sanjuanino Mario Napoleón Sasso, que fue condenado en 2007 a 17 años de prisión por haber abusado sexualmente de cinco niñas en 2002 y 2003, cuando era párroco de la capilla San Manuel en Pilar, Buenos Aires. En el juicio probaron el encubrimiento de dos sacerdotes colegas de Sasso, que fueron procesados.

 

Además de Sasso, hay otro sanjuanino dentro de la lista. Se trata de Carlos Richard Ibáñez Morino, nacido en Caucete el 15 de octubre de 1958. 

 

Carlos Richard Ibáñez Morino

 

Ibáñez Morino estudió en su ciudad natal, pero su carrera sacerdotal concluyó en el Seminario Arquidiocesano “Juan Carlos Borromeo”, de Rosario, Santa Fe. A principios de los ’90 llegó a la ciudad que posteriormente le cambiaría la vida, Bell Ville, Córdoba.

 

Según denuncia el diario La Nación, el caucetero llegó a Paraguay en 1992, donde estuvo escondido por un largo tiempo. Allí, pese a que había sido suspendido por el arzobispado de Córdoba, siguió ejerciendo como sacerdote: oficiaba misas y trabajaba con jóvenes. 

 

 

De acuerdo con el Arzobispado paraguayo, el sacerdote utilizaba documento de identidad eclesial de contenido falso, para realizar los trabajos pastorales en las parroquias a las que llegaba. Es que, por ese entonces, ya pesaban sobre él unas 10 denuncias por presuntos abusos, todos contra jóvenes de barrios carenciados de Bell Ville, a quienes les habría entregado dinero a cambio.

 

Durante los ’90, la Justicia paraguaya se negó en dos ocasiones a extraditar a Ibáñez Moriño, lo que impidió que sea juzgado en tribunales de Córdoba.

 

En 2015, durante la visita del Papa Francisco a Paraguay, el cura sospechado estuvo en una zona reservada para sacerdotes en un altar construido en Ñu Guasu.