El papa Francisco aprovechó su visita a Chile para llegar hasta la región de la Araucanía y mantener un encuentro con los mapuches. En la ocasión no se mostró condescendiente con esa comunidad, sino que por el contrario les advirtió que debían poner fin a la violencia si es que estaban en defensa de la cultura del reconocimiento mutuo. Enfáticamente les dijo “no se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro”, en clara oposición a los métodos violentos que están utilizando en el Sur del país.

Chile, al igual que Argentina, sufre desde hace años el comportamiento violento de grupos de mapuches que están intentando a través de esta vía el reconocimiento de derechos que consideran avasallados por ambos estados. En el último año los enfrentamientos entre los aborígenes y las fuerzas de seguridad se recrudecieron a tal punto que hubo ataques armados a propietarios y encargados de estancias; camioneros; destacamentos militares y otras dependencias públicas y privadas que, incluso, fueron incendiadas en actos realmente criminales.

Francisco se animó ante una gran concurrencia que se había dado cita en Temuco, con un importante número de miembros de la comunidad mapuche, a instar a este pueblo a poner fin a la violencia, a la que condenó haciendo una clara referencia a los actos vandálicos que se sucedieron previamente a su llegada, que incluyeron macabras amenazas de muerte al Sumo Pontífice, y otros ataques que hubo en los últimos meses en la región.

Lo que quedó claro en esta ocasión es que el Papa no comparte bajo ningún término el uso de la violencia como método de lucha reivindicatoria de una situación que debería dirimirse pacíficamente. Más aún dijo “que toda acción por más justa que sea, si es con violencia, no sirve para nada”.

Los mapuches han venido infundiendo sistemáticamente el terror en el Sur de ambos países, con el objeto de que se les reconozcan derechos ancestrales sobre tierras que ya no les pertenecen, por la sola condición de considerarse un pueblo originario, que no está dispuesto a reconocer el Estado de Derecho ni las leyes vigentes dispuestas en las constituciones nacionales.

La invitación del Papa para que a partir de ahora, dentro de un proceso de paz, cada pueblo aporte su propia sabiduría en un marco de unidad, surge como un llamamiento basado en la premisa de que se debe dejar de creer que existen culturas superiores e inferiores. Ha dejado en claro que todas son iguales ante los ojos de Dios y que los caminos del entendimiento son los únicos que garantizarán una convivencia pacífica.