Ante los nuevos planes de forestación que se prevén para los próximos meses hay que considerar que también es muy importante preservar la arboleda existente, especialmente la que se encuentra en la zona rural de la provincia, evitando su tala o dejando que esos árboles se sequen por falta de riego o resulten afectados por alguna peste o enfermedad. Los grandes árboles de las calles rurales o los que están en las cercanías de las fincas, al igual que los que sirven de barreras protectoras contra los vientos, como los álamos y las casuarinas, aunque no parezca, son ejemplares que requieren determinados cuidados para evitar que desaparezcan, especialmente en este contexto de sequía. Hay que tener en cuenta que hay algunas especies centenarias y otras que fueron plantadas con un propósito específico, y que reemplazarlas en estos momentos implicaría un gasto y esfuerzo inoportuno, además de un tiempo precioso que no estamos en condiciones de desaprovechar ante las condiciones climáticas de la provincia y la región. Sabemos que el crecimiento de un árbol varía según la especie y las condiciones climáticas y ambientales pero, en términos generales, por ejemplo un eucalipto, puede crecer más de un metro al año y alcanzar en una etapa adulta los 24 metros. De ahí en adelante hay un proceso de desarrollo con una esperanza de vida que supera los 400 años. Es decir que un árbol de esta especie, y otros similares, necesita casi un cuarto de siglo para alcanzar un crecimiento apropiado. Por ello talarlos o, como se hace en muchos lugares, quemarlos para interrumpir su ciclo vital -hechos denunciados en los departamentos San Martín y Caucete- es una actitud no solo reprochable, sino también condenable que merece la más dura sanción por parte de los organismos oficiales encargados de controlar y preservar la flora y forestación.

Respecto de las campañas de forestación es plausible todo lo que se emprenda con el objeto de mejorar las condiciones ambientales de la provincia. Pero más allá de los 20.000 árboles de especies resistentes a la sequía que se prevén plantar entre agosto y septiembre, hay que optimizar la producción de plantines en cantidades suficientes para las próximas temporadas. La escasez de agua en estos momentos obliga a ser cautelosos con los proyectos forestales, por lo que hay que aprovechar esta etapa para consolidar la producción de las nuevas plantas que se necesitarán para futuras forestaciones. En tanto hay que extremar los cuidados de la arboleda existente con el propósito de no perder ni un solo ejemplar, convirtiéndonos en celosos custodios de cada árbol de la vía pública.