Una película repetida. El mismo desarrollo, los mismos actores, el mismo final. Pasó en Santiago 2015, pasó en Estados Unidos 2016, hace poco en Santiago del Estero y ahora, en Río. Argentina siendo más se quedó con las ganas ante un Chile al que no puede ganarle pero con el que tampoco pierde. El empate de ahora 1-1 en el debut dentro del Grupo A de la Copa América no hizo más que repetir el guión de un clásico contemporáneo que termina amargando a Argentina por el resultado final. Lionel Messi, con un sensacional tiro libre, que esta vez sí venció al enorme Claudio Bravo y así abrió la cuenta para el seleccionado nacional. Luego, en el complemento y después de un polémico penal de Tagliafico a Vidal, Eduardo Vargas igualó la historia.
Si algo hizo bien Argentina en su estreno copero fue el primer tiempo que jugó y que ganó con justicia. Es que después de esos primeros cinco minutos en los que Chile sorprendió quitándole la pelota, bastó que se reacomodaran los volantes argentinos para empezar a llegar y dominar. La primera acción a fondo fue de Lautaro Martínez que no alcanzó a conectar un gran centro de Tagliafico. Era todo un anuncio de que por la izquierda estaba el sector más profundo en Argentina y por ahí empezó a generar peligro en serio. Nico González empezó a ser protagonista y Bravo fue el malo de la película tapándole dos pelotas de gol netas. Primero, Lo Celso metió una asistencia deliciosa de taco y Nico González la empalmó de derecha para que el capitán chileno la sacara al córner. Luego, la diagonal de González fue asistida perfectamente y Bravo le achicó en el punto penal. Era el mejor momento y tenía que llegar el gol. A los 33" tras un foul de Pulgar sobre Lo Celso -gravitante en ese primer tiempo- la midió Messi y el 10 la clavó allá, arriba, donde toda la humanidad de Bravo no llegaría. Golazo y justicia. Argentina había sido más que Chile y tenía su ventaja.
Pero en el complemento, Argentina volvió a repetir el guión. Se retrasó exageradamente, le dejó el manejo de la pelota a un Chile que sin muchos más argumentos que la entrega de Vidal, las ganas de Vargas y el coraje del resto, fue llegando. Y rápido encontró la ganancia porque una pelota frontal que encontró mal parado a los zagueros de Argentina, puso a Vargas cara a cara con Martínez y después de la tremenda tapada del arquero nacional, en el rebote Vidal alcanzó a conectar y luego chocó con el cierre de Tagliafico. Polémica decisión, que VAR mediante, le dio penal a Chile que había hecho poco y nada para igualarlo. Le pegó Vidal, acertó Martínez, pero el rebote en el travesaño le dejó el empate a Vargas que medio de cabeza y con el cuerpo puso el 1-1.

Argentina se sacudió. Quiso volver a tener las riendas del juego y lo conseguiría a partir del corazón de De Paul y la capacidad de Messi. Y sí, fue el capitán el que mostró el camino exigiendo a Bravo nuevamente para que el 1 de Chile se hiciera figura tapándole dos remates que eran gol. Y de tanto ir, de tanto insistir, el desgaste de Argentina le dio respiro a un Chile que estaba más que conforme con la igualdad, agazapado para meter alguna contra decisiva. Esa era su apuesta y así se encaminó al final del juego. Argentina la quiso buscar ya de otras formas y tuvo sus chances. Otras vez Nico González fue protagonista porque tras un centro como con la mano de Messi, erró el arco cuando Bravo solo miraba. Pero habría una más y sería milagrosa porque tras un centro de De Paul, Agüero -ingresado tardíamente- ganó y la sacaron en la línea.
Argentina quería y no podía, Chile se aferraba a su libreto y hacía sus cuentas. Así, en ese escenario se fue extinguiendo la ilusión de comenzar ganando en la Copa América. Una película repetida para Argentina. Una película ya vista contra un rival que no le gana pero al que no puede ganarle, con el arquero rival de eterna figura y con ese sabor amargo del final. Pudo ser triunfo otra vez, pero no pasó.
