
Desde mediados del siglo pasado, es común designar como "país bananero" a aquel que otra potencia lo usa o estruja sacándole sus riquezas, principalmente sus materias primas, a precios módicos y que luego industrializan para agregar valor y, por supuesto, mejorar sus rendimientos. Luego de extraer sus riquezas y sin más recursos que obtener, los abandonan a la buena de Dios, ¡claro!, y por lo tanto, al sacar y aprovechar el fruto de la banana, tiran la cáscara… de ahí el mote despectivo de "país bananero".
Coincidentemente, este mote surgió con algunas de las pequeñas naciones del Caribe donde abunda dicha fruta y además, estando situadas a orillas de dicho mar, es donde arribó Colón en su aventura en busca de las Indias y entregó espejitos a cambio de sus riquezas (cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia) y así es como con el transcurso del tiempo, se ha seguido usando esta modalidad de usurpación económica hasta nuestros días y es así como también en la actualidad, lo vemos sobre todo en varios países asiáticos y africanos.
Nuestra querida Argentina, a principios del siglo pasado hasta mediados del mismo, estaba en los primeros puestos de riqueza, con un PBI per cápita de los más altos, abultadas reservas en oro (enorme cantidad de lingotes que no entraban en las bóvedas), excelente seguridad jurídica y estabilidad económica ideal para atraer inversiones, con una gran presencia e inserción en el mundo, apertura comercial hacia el exterior, acreedor del FMI (¡¡¡para muchos, hoy es increíble!!!), con 5 premios Nobel (somos el país latinoamericano con mayor cantidad), con un pujante de desarrollo industrial ¡y por algo era señalada como el "granero del mundo"!
Sin embargo, las políticas demagógicas con las que se ilusiona al pueblo con una inserción del Estado en la economía como salvador y nivelador de la riqueza individual, han producido una "nivelación"… siii… pero lamentablemente hacia abajo, es decir, se ha perdido gran parte de nuestra capacidad productiva y en definitiva, gran parte de nuestra riqueza y es así como hoy, estamos en los peores lugares de los diversos rankings: de desarrollo, comercio bilateral, reservas, corrupción (transparencia internacional- TI), educación (PISA), evasión, carga tributaria, asfixia a la actividad privada, desigualdad social, pobreza extrema, hambre en los bajos estratos, inseguridad, justicia parcial, vulnerabilidad, éxodo de nuestras mentes brillantes, déficits recurrentes (excesivo gasto público), inflación en aumento (una de las más altas, cercana a la temida hiperinflación), etc.
Así, hoy nuestro querido país está en una situación tan crítica que nos lleva a adoptar el mote de cual "país bananero": mendigando préstamos y refinanciaciones en todos los foros financieros (FMI, Banco Mundial, BID, Club de París, bancos árabes, etc.), ofreciendo nuestras materias primas o "commodities" (productos sin valor agregado) a precios que define el mercado internacional (sin poder exigir un mayor valor por no ser formadores de precios), invitando a los países desarrollados para que inviertan acá por carecer de capital para ciertos emprendimientos (esencialmente en minería y otras áreas que requieren grandes capitales, tal cual lo vemos en nuestra provincia), acordar con nuestros vecinos y otros más lejanos sobre compensaciones, trueques, swaps (intercambio de monedas ante la escasez de divisas), ceder territorios y mares para que se radiquen con preferencias y promociones, etc.
Argentina, de ser uno de los países más ricos y atractivos para invertir, tal es así que los inmigrantes europeos soñaban con "hacerse la América" o cumplir sus sueños ya sea en EEUU como en Argentina, ambos eran igualmente seductores para radicarse, hemos pasado a ser un pobre país bananero que involuciona y expulsa, ¿pero sabe una cosa? Aún tenemos toda la fuerza emocional, integridad espiritual, inmensa riqueza en tierra y mar, esperanza sin límites y mentes brillantes para superarnos y volver a los primeros puestos de desarrollo en el mundo, con equidad social, seguridad jurídica y crecimiento económico… ¡así de simple!
Por Diego Salinas
Dr. en Economía
