En el primer día del año que acaba de comenzar asumió la presidencia de Brasil Luis Inácio Lula da Silva, triunfador en las últimas elecciones generales realizadas en ese país. El mandatario ha regresado al poder con el desafío de corregir varios aspectos de la vida nacional e iniciar un proceso de integración, tanto interno como externo, que lleven a Brasil a recuperar su hegemonía dentro de la región. No obstante sus pretensiones, Lula deberá afrontar algunas situaciones que se han puesto de manifiesto en su acto de asunción y que no han caído bien en la consideración general de la gente de los países vecinos, ni de la comunidad internacional. La falta de rigurosidad en el protocolo con una ceremonia de investidura que no estuvo a la altura de un mandatario de un país como Brasil, es algo que no ha dejado una muy buena impresión. El hecho de permitir a Aline Souza, una mujer negra, de 33 años, cartonera y sostén de familia, que le colocara la banda presidencial puede parecer muy emotivo, pero en realidad va en contra de costumbres tradicionales que forman parte de la esencia de un país, por el respeto que implican.

Ese día, más de 17 jefes de Estado se dieron cita para participar de lo que debía ser un acto formal, en un marco de seriedad y respeto. Algunas delegaciones nacionales estuvieron muy bien representadas. El ejemplo lo dio el actual presidente de Uruguay, Lacalle Pou quien concurrió acompañado por los expresidentes José Mujica y Julio María Sanguinetti, demostrando el respeto institucional que existe en ese país y la madurez del actual gobernante y sus antecesores en la prosecución de una línea de gobierno que ha llevado a Uruguay a un lugar destacable entre las naciones sudamericanas. Con esta actitud Uruguay demostró que estás un paso delante de otros países que todavía no alcanzan a comprender que hay que trabajar seriamente y en forma mancomunada para alcanzar grandes objetivos.

Todas esas desprolijidades que se vieron reflejadas al día siguiente con algunos comportamientos adversos en los mercados, tanto nacionales como a nivel mundial, con una baja generalizada de acciones en las bolsas.

Los anuncios apresurados vinculados al destino de algunas empresas estatales, como Petrobras suspendiendo su posible privatización como lo tenía previsto el expresidente Jair Bolsonaro, tampoco cayeron muy bien en algunos sectores de la economía y las finanzas. Lo mismo pasó con algunas medidas de neto corte populista, como la de conformar un gabinete con una superestructura ministerial, integrada por al menos 37 ministerios, que fueron expresadas sin la justificación correspondiente. Esto hace temer por el futuro de las acciones que tome Lula, las cuales pueden llevar al país a nuevas crisis sociales y económicas que en nada benefician a la región ni a países vecinos como en este caso a la Argentina, que está intentando por todos los medios establecer vínculos con el gran país del Norte de Sudamérica.