Como cuando llegó pasado de hora a Quito por el duelo demorado en el repechaje de la Copa Libertadores del año pasado y dejó en el camino a El Nacional en la altura. Como cuando pasó a Junior y se metió en la fase de grupos, la que no pudo pasar aún jugándole de igual a igual a Palmeiras en Brasil. Como cuando llegó a la final de la Copa Argentina y si bien no pudo con River, el subcampeonato lo metió de nuevo en la máxima competencia del continente. Como cuando avanzó en esta edición a los octavos de final. Una vez más, Atlético Tucumán dio una muestra de coraje para meterse entre los 8 mejores de América y alcanzar la mejor marca internacional de su historia. Perdió 1-0 ante Atlético Nacional pero se clasificó por el 2-0 de la ida en Tucumán.

 

De paso le dio un golpe más a Jorge Almirón. El técnico postulado por Mauricio Macri a dirigir la Selección nacional, tuvo la tercera desilusión desde que llegó a Atlético Nacional. Antes, perdió la final de la Supercopa colombiana contra Millonarios y la del torneo ante Deportes Tolima.

 

 

 

Los abrazos se multiplicaban entre los jugadores de Atlético. Se tiraban al suelo, no lo podían creer. Jugadores y cuerpo técnico unidos en un eterno abrazo, saludando a los osados hinchas que se fueron hasta Medellín y se vuelven con el pecho inflado al Jardín de la República.

 

Son escasos sus recursos comparados con los del rival de anoche, tal vez el club más poderoso de Colombia y campeón de la Libertadores dos veces, la última hace dos años. E igual se plantó en el Atanasio Girardot el bravo equipo de Ricardo Zielinski. No se metió atrás. Y resistió.

 

Necesitaba de mucha concentración. Pero José San Román no estuvo atento y antes del cuarto de hora el equipo tucumano perdía 1-0. Duarte anticipó al lateral y empujó la pelota a la red. Era una ventaja prematura para el equipo colombiano. Era un golpe para el conjunto argentino si se piensa en ese viejo axioma de este tipo de definiciones que dice que cuando se trae una ventaja de dos goles a favor en la ida, hay que aguantar al menos los primeros 20 o 30 minutos de la revancha con el arco en cero para que el rival se desespere y empiece a apresurarse, lo que le sucedió a los locales en el complemento.

 

Atlético Tucumán resistió sin inconvenientes. Se sostuvo en las manos de su arquero Cristian Lucchetti, en la potencia de Leandro Díaz, quien tuvo la chance de cerrar la serie a diez minutos del final pero Vargas le sacó el mano a mano. Y en la tenacidad del Pichi Mercier. El ex San Lorenzo está intacto y volcó su experiencia en este tipo de definiciones. Así, fue el abanderado de un Atlético Tucumán que sigue haciendo historia.