La Villa América es una referencia fundacional del San Juan moderno, porque fue el primer barrio de viviendas antisísmicas construido después del terremoto de 1944, como parte del programa nacional de reconstrucción edilicia de nuestra provincia.

Las nuevas generaciones de sanjuaninos poco conocen la historia de este primer núcleo habitacional de 400 casas, de inspiración arquitectónica inglesa, inaugurado en enero de 1951, a tan solo tres kilómetros de la Plaza 25 de Mayo. Nació con el nombre de +Villa María Eva Duarte de Perón+ y fue jurisdicción del antiguo Departamento Concepción, absorbido años después por el ejido capitalino.
En realidad esta villa fue concebida para funcionar como una pequeña ciudad autónoma y no solo por su diseño y concepto urbanístico sino por contar con una usina propia, una subcomisaría que funcionaba al lado de esa planta las rondas nocturnas se hacían conocer mediante un silbato-, una escuela amplia (25 de Mayo) con teatro, grandes espacios verdes y arbolado con timbos, jacarandás y fresnos, entre otras especies. El pavimento de las calles fue el primero en construirse mediante tratamiento asfáltico en frío, toda una novedad para la época. Pero las calles carecían de nombres y los domicilios se identificaban por manzana y número de casas. Sobre Av. Rawson, junto a la Plaza Evita, había un cartel con el plano, número de manzanas y nombre de los adjudicatarios para orientar al foráneo.
Aquel barrio modelo fue alcanzado por los avatares de la política y a partir del año 1955 pasó a denominarse Villa América y sus calles se bautizaron con nombres de países americanos, recibiendo la nomenclatura actual. En la década del 60 la zona fue absorbida por la expansión de la ciudad capital, dejando de ser un núcleo poblacional autónomo. También cambió su fisonomía, ya que la planificación original de amplios espacios recreativos fue loteada para sumar otras 150 casas, más modestas, del tipo IPV, es decir sin la belleza estructural de las unidades originales.
En 1984 se concretó un viejo anhelo de los vecinos, se inauguró la Capilla del Espíritu Santo, gracias al esfuerzo de numerosas señoras del barrio, entre ellas mi madre, quienes denodadamente recaudaron los fondos necesarios para levantar esta capilla de original diseño de techo a dos aguas muy pronunciado.
Yo tenía 6 años cuando llegué con mi familia al barrio, nos habían adjudicado la casa 257 de la manzana 29, luego calle Ecuador, y junto con la historia de este primer barrio antisísmico modelo llegan a mi memoria aquellos felices días de mi infancia, proyectados a la adolescencia. Actualmente comparto con los amigos y exvecinos la nostalgia de esos bellos tiempos. Las cenas del último viernes de cada mes de los autodenominados "Los muchachos de la Villa América+, en la sede de la Unión Vecinal, mantienen vivo el recuerdo de hechos y anécdotas como también de los personales que le dieron vida a una feliz convivencia vecinal.
Estos recuerdos los iré hilvanando para que trasciendan a través de estas páginas para compartirlos con quienes no vivieron los días en los que la amistad y la buena vecindad fue un modo de vida que en muchas ocasiones se ha venido perdiendo.
Por Juan Siri Bilbao – Profesor.
