No sabemos todavía cómo intentará comenzar su gobierno el presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro. Decimos intentará porque en democracia no siempre se puede hacer lo que se desea. Si bien su triunfo ha sido contundente, con más de 9 millones de votos de diferencia sobre el petista Haddad, no lo ha sido en la estructura permanente que son las gobernaciones, las intendencias y sobre todo el parlamento. Sólo dispone de gente propia en los estados de Rio de Janeiro y Sao Paulo, pero no en los demás y en la legislatura es absoluta minoría. En nuestros países tenemos apenas unas décadas de costumbre democrática, concurrimos a votar distintas categorías pero luego pretendemos que el Ejecutivo haga todo, aún tomando a veces el papel del poder más restrictivo que es el judicial. En otros lugares como Francia, la secuencia electoral es más inteligente, se vota primero a presidente y recién luego de haberlo elegido, a los legisladores, como para dar al Ejecutivo las herramientas necesarias para gobernar sin trabas. La elección conjunta suele dejar, como en este caso, al presidente con las manos atadas. Tal como lo han definido numerosos analistas del mundo, Bolsonaro representa un cambio político que termina con el predominio regional de las izquierdas populistas y de la costumbre de hablar según se cree son las formas "correctas" de hacerlo, decir lo que la gente quiere escuchar y no lo que realmente se piensa o realmente conviene a la sociedad. Sus votantes aspiran a que termine con el estancamiento estatista y con la delincuencia a la cual se dice que el sistema brasileño protege más que a la policía. Sus opositores lo consideran un fascista y temen por el regreso del militarismo en la zona, el propio Bolsonaro es militar retirado y así su vicepresidente.
La pregunta sería: ¿Seguirá el ejemplo de Macri que en Argentina no quiso abandonar algunas cosas del anterior gobierno aun sabiendo que eran económicamente insostenibles por miedo a tener un rechazo que rompiera el sistema? O se animará en minoría absoluta a encarar cambios profundos como una reforma del Estado o del sistema de jubilaciones. De continuar como está y según un estudio del BID, Brasil deberá disponer del 50% de su PBI dentro de 50 años para atender el gasto en jubilaciones (Argentina el 21%). Insostenible. En los primeros 100 días sabremos si Jair toma el camino del shock o del gradualismo aplicado aquí. El ejemplo argentino tuvo consecuencias que están a la vista, tener que frenar una corrida cambiaria para recién pensar en los remedios de fondo, ajustar más de lo debido y tardíamente. La primera víctima de la nueva política parece que será el Mercosur, aunque el futuro ministro de Economía Paulo Guedes se ha desdicho de sus primeras afirmaciones "el Mercosur no es una prioridad". El mercado común como tal, ha sido un fracaso habiendo sido una buena idea para terminar de bordar la siempre latente esperanza de unidad latinoamericana: libre tránsito de mercaderías entre los países miembros, documento común sin necesidad de pasaporte o visa, arancel externo común, moneda común, tránsito a legislación uniforme en temas civiles, penales y laborales etc., todo reducido a poder visitar Brasil o Uruguay sólo con el DNI. Ambos países devaluaron sin consultar a los "socios", impusieron cargas a importaciones de productos de la zona y algunas veces hasta prohibieron la circulación de ciertos bienes. Con la incorporación de Venezuela terminó también la cláusula de respeto al sistema democrático y la división de poderes. Los dos países, tanto Argentina como Brasil, reconocen íntimamente que les conviene más negociar individualmente relaciones comerciales bilaterales que ir en bloque a negociar juntos. Como es evidente, el Parlamento del Mercosur ha tenido hasta ahora el único resultado de servir de escudo protector a funcionarios acusados de delitos y escondidos en los fueros (caso Milagro Sala y otros). Su eventual enfriamiento difícilmente pueda ser más profundo que lo que ya lo es, así que las palabras de Guedes en todo caso han sido imprudentes al blanquear una situación que se está dando de hecho y desde hace tiempo. El intento de constitución del Área de libre comercio de América (ALCA) en una hipotética unión con USA o la Unasur con guión de la Venezuela de Chávez, también fracasaron como procesos de integración. Este primer cuarto de siglo nos encuentra navegando en reversa, en el refuerzo de las nacionalidades, el tribalismo y el cierre de las economías.
Para Macri, Bolsonaro aleja transitoriamente la amenaza del regreso de un clima político que favorecería al kirchnerismo evocando discursos comunes en los años anteriores. Por el contrario, el electo presidente de Brasil que asumirá en enero, ha prometido que Lula "se pudrirá en la cárcel" y parece haberse propuesto destruir las bases de los movimientos callejeros que luego de una reforma legislativa en marcha serán calificados penalmente de "terroristas", algo que aquí y allí se considera una criminalización de la "protesta social" y un ataque inconstitucional a la libertad de expresión. En los primeros 3 meses de 2019, tendremos la posibilidad casi perfecta de comparar la eficacia de los dos métodos, el gradualismo o el shock, tampoco podemos olvidar que, más allá del mal momento actual, Macri pudo ganar también las elecciones de medio término, lo que no es poca cosa. No nos hará falta especular con hipótesis contrafácticas ¿qué hubiera pasado si..? Bolsonaro nos estará mostrando como en un espejo la otra cara de la moneda.