Recientemente Alexander Boris de Pfeffel Johnson se ha convertido en el nuevo primer ministro del Reino Unido de la Gran Bretaña. Polémico y carismático, ha sido periodista, historiador, parlamentario varias veces, alcalde de Londres, secretario de Asuntos Exteriores de Theresa May y un gran conspirador, ya que se distanció de ésta e hizo todo para que su gobierno y su propuesta de Brexit blando, fracasaran.
Educado en el exclusivo colegio de Eton y luego en la Universidad de Oxford, se supo decir acerca de él que era el periodista favorito de la mismísima Margaret Thatcher, pero a diferencia de la "Dama de Hierro", ve la conveniencia de un entendimiento, al menos económico, con la Argentina. Lo dejó claro no hace mucho, cuando aún era Secretario de Estado de Asuntos Exteriores y visitó Buenos Aires, donde declaró que la Argentina y Gran Bretaña debían reeditar la "era dorada" que había hecho grande a ambas naciones, claro que en el marco de la despareja distribución internacional del trabajo, donde había naciones que proveían commodities y otras productos industrializados.
Johnson acaba de nombrar asesor a Dominic Cummings, uno de los cerebros detrás del triunfo electoral del Brexit en junio de 2016. Se trata de un polémico gurú político de 47 años que fue el creador del slogan "Vote leave, take back control" -vota por salir, recuperemos el control- y de las campañas en contra de la inmigración masiva con la que los brexiteers, los partidarios del Brexit, ganaron la elección. Cummings, que se ha mostrado públicamente leyendo sobre Bismarck, el unificador de Alemania y árbitro de la política europea del que se declara gran admirador, también ha estudiado a Tucídides, uno de los padres del "realismo" como teoría de las Relaciones Internacionales, a Leon Tolstoi y a Rudyard Kipling, el gran escritor que, con sus obras, defendió el imperialismo jingoísta de la era victoriana.
Es Cummings, además, el polémico personaje de la película "Brexit: The Uncivil War", producida por HBO, que muestra como se puede construir una campaña electoral y ganar en un referéndum mediante el concepto de posverdad y el uso de las redes sociales. Conservador y anti-inmigracionista, muchos lo consideran el equivalente al Bannon de Trump, aunque, a rigor de verdad, poco se sabe de su ideología. Probablemente sea más un jefe de campaña y un gran propagandista político antes que un mentor intelectual. Cree que las sociedades se rigen y actúan políticamente a partir de las emociones, y que por lo tanto se puede triunfar en una elección enarbolando conceptos simples difundidos a partir de eslóganes, como lo hizo en la campaña a favor del Brexit, cuando esparció el falso concepto de que el Estado destinaba 350 millones de libras esterlinas diarias a la Unión Europea en lugar de redirigirlos a la salud pública, y hasta pagó autobuses que pintó para que difundieran esta mentira y convertirla así en posverdad.
En su faceta como historiador, Johnson ha escrito una biografía sobre Churchill, llamada "El factor Churchill", con alguna licencia literaria y en la que no le escapa al lado oscuro al personaje, pero que, en el fondo, termina siendo por momentos un panegírico. Su estilo de redacción lleva al lector a realizar casi una deliberada comparación entre el autor y el personaje, como si Johnson quisiera asociar su figura a la del representante del último estertor de la grandeza del Imperio. Y esa añoranza de Johnson por el pasado no está solamente presente en esta obra. En septiembre de 2017, en una visita diplomática a Myanmar -la anterior Birmania, una ex colonia británica- en un evidente desatino recitó poemas de Kipling, mostrando la unilateral y muy edulcorada visión del imperialismo británico en la que obviamente cree.
Pero Johnson y Cummings no se encuentran solos en la melancolía y en la construcción de un pasado idealizado que resalte la particularidad que los ingleses sienten tener; gran parte de la sociedad que ahora gobiernan se encuentra en el mismo barco. Todo esto se puede observar en el desarrollo de una cosmovisión que ha sido acompañada por toda una construcción iconográfica reflejada en el cine, con películas como "Dunkerque", "El discurso del rey" o "Las horas más oscuras", donde el freno al nazismo reflejado en ellas no solo busca revivir las viejas glorias, sino también legitimar el imperio, construir una nueva mística y lavar los errores del pasado.
El nuevo primer ministro sostiene que Gran Bretaña puede recuperar su antigua grandeza, pero para ello quizá sea necesario aceptar el acuerdo comercial que Trump le ofreció a Londres antes de su última visita en junio de este año. Todo dependerá de que la orfandad británica post Brexit concuerde con los intereses de una Casa Blanca ansiosa por debilitar a la Unión Europea. Pero la sintonía entre los blondos conservadores, Johnson y Trump, no es absoluta; los distancian varios temas y uno de ellos es Irán. Johnson, con algún antepasado judío, cree que el acuerdo nuclear que logró Obama con Teherán era la mejor herramienta para controlar al régimen de los ayatolás, de hecho hasta viajó a Washington para evitar, sin éxito, que Trump acabara con el acuerdo, a lo que se suma que el Foreign Office cree que la actual crisis con el país persa tiene que ser resuelta pacíficamente.
Johnson cree que Gran Bretaña puede recuperar su antigua grandeza.
Con respecto al sensible tema de la inmigración, Johnson podría implementar un sistema que garantice una llegada controlada y cualificada de extranjeros. De hecho el Brexit es, en el fondo, un movimiento anti Unión Europea en gran parte por ser contrario a las políticas migratorias de Bruselas y de la canciller alemana Angela Merkel, que defienden una política de inmigración abierta y que imponen cuotas de aceptación de inmigrantes a los países de la Unión. Quizá el ex alcalde de Londres, que está convencido que un extranjero no puede aspirar, ni bien llega al país, a acceder a las ayudas sociales, avance en dirección a un modelo migratorio como el australiano, que otorga puntajes a los extranjeros que deseen ingresar al país de acuerdo a los beneficios económicos que puedan aportar.
En conformar un estudiado gabinete multicultural, se puede adivinar una jugada política en Johnson para relanzar el Imperio y recuperar lazos con las perdidas partes integrantes; proyecto que puede estar respaldado en su propia historia personal. Con un bisabuelo turco, el periodista Alí Kemal -asesinado por los nacionalistas cuando servía al último gran visir que tuvo el Imperio Otomano, Ahmed Tevfik Pasha-, con antepasados franceses y alemanes -Pfeffel es un apellido alemán arraigado a la región de Alsacia, disputada históricamente por alemanes y franceses- y con cuatro hijos que en parte son descendientes de sijs paquistaníes por el lado de la madre, ha conformado un gobierno con representación de las minorías provenientes de las antiguas colonias. Así, figuras como Priti Patel -una nacionalista británica mitad sij y cercana a Israel y al primer ministro de la India, Narendra Modi- es la nueva ministra del Interior, y el banquero británico-paquistaní Sajid Javid, que profesa el islam, es el nuevo canciller del Ministerio de Hacienda.
A Johnson y a Cummings no los une solamente el conservadurismo, el euroescepticismo o que ambos estudiaron Historia en Oxford, sino que son verdaderos nostálgicos por el viejo imperio, que buscan torcer la historia de decadencia reciente y que aman a aquellos personajes del pasado que los inspiren en el camino. Seguramente sabrán que remontar la pendiente es difícil cuando el contexto de época es otro.