El acusado de asesinar a su expareja Camila Tarocco, la joven cuyo cuerpo encontraron este martes después de casi 11 días de búsqueda en Moreno, se negó en las últimas horas a declarar pero seguirá preso. A pesar de su silencio, no fueron pocos los elementos probatorios que lo acorralaron y lo pusieron tras las rejas.
Ariel González fue imputado por el delito de "homicidio doblemente agravado por el vínculo y por violencia de género, en concurso real con falso testimonio", que prevé la pena de prisión perpetua. Sin embargo, había sido detenido antes de que encontraran asesinada a Camila por desobedecer la orden de restricción de acercamiento en una causa por violencia de género que había iniciado la propia víctima.
A partir de ahí, González ya no pudo escapar de la serie de elementos incriminatorios que lo colocaban a él como el principal sospechoso por el femicidio de la mamá de sus dos hijos, de quien se había separado recientemente tras una relación que duró siete años.
Camila había decidido seguir adelante. Tenía un nuevo novio e intercambiaba mensajes de amor con él abiertamente en las redes sociales. González, en cambio, seguía obsesionado con ella y esto, según indicó la fiscal Luisa Pontecorvo a Infobae, podría haber sido el móvil que lo llevó a matarla.
Las búsquedas del acusado en Google y Youtube fueron indicios importantes en este sentido para la Justicia. “Cómo ver las historias de Instagram de alguien sin que se entere”, “Cómo leer los mensajes de WhatsApp de otra persona”, “Cómo entrar a los mensajes de otra cuenta de Facebook”, fueron algunas de las respuestas que intentó obtener González en las horas previas al femicidio.
El viernes 3 de abril pasado, la noche anterior a que Camila desapareciera, la joven y González habían compartido una cena con otra amiga de ella. La víctima contó durante esa comida que tenía pensado mudarse por miedo a que volvieran a entrar a robar a su casa, y en todo momento se mantuvo conectada por WhatsApp con su nueva pareja. "Te extraño" y "Te amo" fueron los últimos mensajes que le escribió. Para los investigadores podrían haber sido vistos por González.
El sábado a la mañana Camila tenía que ir a un banco del centro de Moreno a cobrar en un cajero automático la Asignación Universal por Hijo. En su primera declaración antes de ser detenido, González dijo que la había llevado en su moto hasta la parada del colectivo. Pero la joven nunca llegó al banco y ninguna cámara de seguridad registró su paso por el trayecto que señaló el acusado entre las 6 y las 9 de la mañana.
Empezaba entonces una búsqueda desesperada para dar con la joven en plena cuarentena obligatoria por el coronavirus. Un vecino de González fue quien aportó otra información clave de lo sucedido en esos días. Según su declaración, el ahora detenido fue a pedirle una pala.
“Necesito sacar unas lombrices porque me voy a pescar", le contestó González. La explicación le resultó extraña al vecino, que insistió con las preguntas. “¿A donde vas a ir? Estamos en cuarentena”. La respuesta fue evasiva pero cuando vio las noticias sobre la desaparición de Camila, el testigo decidió hablar con la policía.
Pasaron 10 días y finalmente el martes cerca de la medianoche un llamado anónimo al 911 reorientó el rastrillaje policial y los perros adiestrados para oler y detectar restos humanos marcaron el lugar exacto donde estaba la víctima, en un descampado ubicado a solo dos cuadras de la casa de González.
El cuerpo de Camila estaba atado con cables y en posición fetal adentro de la funda de plástico oscura de un puf, o "fiaca", al que le había sacado todo el relleno para poder meter a la chica. El estado de descomposición era ya tan avanzado que apenas pudieron identificarla por los tatuajes y todavía no se pudo determinar la causa de la muerte.
Fuente: TN