Las obras para bajar la altura de las barandas tendrá lugar durante el receso estival, aprovechando que no hay programación en la sala mayor del Teatro del Bicentenario. 

 

Se anuncia un espectáculo, el espectador va a sacar su entrada, el día de la función llega entusiasmado al Teatro del Bicentenario -no sólo por lo que verá, sino también por la magnitud de la sala-, llega a su palco, se acomoda, se apagan las luces, se corre el telón y… se da cuenta que la baranda no le permite ver con claridad a los artistas, porque se interpone en su línea visual. No queda otra: Se aguanta la “raya’ atravesando la escena, o se acomoda. Y para esto último, mueve la silla (si está en butaca, imposible) o inclina su cuerpo hacia adelante, incómoda posición en la que deberá permanecer toda la función para poder ver. Para quienes vivieron esta situación y para los que pasarán de aquí en más por los palcos del Bicentenario, hay noticias: el error que tanto fue criticado por el público a la salida de cada función será reparado en este receso estival, y ya no habrá que lidiar con él en la próxima temporada, presentada recientemente. A poco más de un año desde la inauguración del TB -en octubre de 2016, con Carmina Burana-, las autoridades decidieron llevar a cabo la modificación: bajarán 15 centímetros la altura de las barandas, iniciativa que reconoce de plano una falla incomprensible para este edificio. Si bien desde algunos sectores se minimizó el asunto y otros justificaron que fueron colocadas a esa altura por una cuestión de seguridad, no deja de ser un despropósito, sobre todo porque se trata de un teatro de envergadura, donde la seguridad no tiene por qué ser incompatible con aspectos tan importantes como la visual, que debería ser óptima y, se supone, contemplada desde el arranque. No obstante, algo similar sucede en la platea: tampoco se ve bien. El piso no tiene la pendiente necesaria para que todos, de primera a última fila, puedan ver cómodamente lo que sucede en el escenario; algo que se complica cuando está colmado, con la disposición de las butacas una justo detrás de otra (y no intercaladas, o a tresbolillo, que es más acertada cuando no hay suficiente declive). Si bien hay espectáculos que no revelan con estridencia esta falla, hay otros donde sí queda en indiscutible evidencia, como el ballet, por citar un caso. Y aunque de esto también se habla puertas adentro (y afuera) del gobierno provincial; y de hecho ya hay un pedido de estudio presentado; todavía no es más que una inquietud que si bien es considerada y tarde o temprano deberá ser abordada, no tiene fecha. Es que en este caso las refacciones demandan bastante más planificación, trabajo, costo y tiempo (por ejemplo, hay que evitar poner en riesgo la acústica); y con la temporada 2018 cerrada, es imposible pensarlas para el año que entra. Así las cosas, por ahora sólo se bajarán las barandas, aprovechando que si bien el Teatro sigue funcionando, no hay puestas en escena.

“Esto se hace de acuerdo al estudio que se hizo con Planeamiento, Arquitectura, Infraestructura y el teatro; y sin que aumente el riesgo de las personas’, subrayó Eduardo Savastano, director general del complejo. “Son trabajos menores, de adecuaciones de algunas visuales que realmente se ven dificultadas por las barandas… Se busca la solución menos cruenta, pero no es una refacción mayor, sino resolver algunas cositas que se han escapado’, agregó el ingeniero Jorge Deiana, secretario de Obras Públicas, quien señaló que el arreglo está a cargo de Arquitectura de la provincia; y ratificó que lo de la pendiente “fue una inquietud para que la visual fuera más plena, pero hay que modificar una serie de cosas, es una cosa más grave, no se va a tocar ahora’. 

 

 

Más trabajos

“Vamos a hacer una serie de mejoras en el Teatro’, adelantó Savastano, consultado por este medio sobre las próximas modificaciones. Además de las barandas, se encarará un mantenimiento preventivo de las máquinas (casi todas con alimentación eléctrica) y verificaciones de rigor, por lo cual estará cerrado al público los días 8 y 9 de enero. También adelantó que, en el sector de escenario, se incorporarán más varas (manuales y motorizadas), de donde cuelgan, por ejemplo, los rompimientos (telones recortados que conforman una decoración); una necesidad para obras como la ópera Don Carlo, que se verá en 2018. 

Esto sin contar que los ministros de Cultura y Turismo y de Infraestructura ya trabajan en el llamado a licitación para la construcción de la confitería y espacio de venta de merchandising, que se instalarán en el hall.