Los científicos que observan e investigan la marcha incesante del calentamiento global, están tan desconcertados por los datos que registran como por la apatía de los líderes mundiales al momento de reaccionar ante los fenómenos naturales cada vez más atípicos y devastadores. Pareciera que las urgencias en todos los países son impuestas por la crónica mediática y no por la evolución de un fenómeno que arrastra al colapso a todas las especies vivientes del planeta. La Organización Meteorológica Mundial está procesando los últimos datos, que ha calificado de como "increíbles y anormales" hasta tanto sean avalados oficialmente por ese ente de las Naciones Unidas.
Lo estudiosos se han referido en particular a los 20,7 grados registrados el 9 del corriente en la isla de Seymour, en el extremo norte de la Península Antártica, una semana después del récord de calor en la Base Esperanza con 18,3 grados, donde ha desaparecido todo vestigio de hielo y nieve. Sorprende, pero no es una rareza sino otras pruebas contundentes de variantes históricas, ya que en Sunndalsora, Noruega, se llegó a los 19 grados, 25 más de lo habitual en pleno invierno y en Boston, EEUU, habitualmente cubierta de nieve todo el invierno, los termómetros marcaron 23ºC en pleno enero, una constante igual que en Canadá y en los países nórdicos.
En el otro extremo, Moscú celebró su primera Navidad sin nieve porque los mínimos y atípicos registros marcaron de 6 a 7 grados, con el agravante de que en Rusia se está produciendo el calentamiento a una velocidad 2,5 veces mayor que en el resto del planeta haciendo reaccionar a las autoridades. Vladimir Putin ha dado orden de elaborar el primer plan de acción frente al cambio climático, a fin de adaptar la economía rusa y aprovechar incluso las oportunidades que le pueden ofrecer los inviernos más cálidos.
Es un contexto alarmante desde que existen registros oficiales, señalando al mes de enero pasado como el más caluroso de los últimos 141 años, con una temperatura media global de 1,14ºC por encima del promedio a lo largo del siglo XX, según la Organización Atmosférica y Oceánica de EEUU. Es así que el ingreso de la civilización a la década actual lo fue con la mayor temperatura conocida en el último siglo y medio.
Nada es fortuito, sino un planeta sofocado por la devastación humana de la sustentabilidad, y la naturaleza devuelve el golpe con creces: las mayores temperaturas en Europa, en el sur de África, en Alaska y en Australia con oleada de incendios, arrasaron 10 millones de hectáreas y se cobraron 30 vidas.
