Para qué más, por qué menos. Ese estallido de un "Cantoni" súper repleto cuando terminó el partido fue el fiel reflejo de la alegría general que invadió las almas argentinas. Ni qué hablar de los jugadores en la cancha. De los héroes que hicieron posible una realidad 44 años después de aquella ya lejana conquista del título mundial en 1978 en el mismísimo templo sanjuanino. Los jugadores se abrazaron. Vivieron el momento único de ser los nuevos campeones del mundo. Saltaron. Gritaron. Lloraron. Se sintieron plenos de haber podido tomarse revancha de la final perdida tres años atrás ante el mismo Portugal en tierras españolas. Y también porque homenajearon a ese compañero (Matías Pascual) que sufrió una dura lesión en las semifinales y no pudo estar.

El 4-2 con que le ganaron a Portugal pasó a ser parte de la historia. Esa que ellos escribieron para que no se olvide nunca más. Y no fue así nomás ese triunfo. Fue entregando alma y corazón. Porque empezó perdiendo muy temprano con ese gol de Magalhaes y sufrió aún más con otro del mismo jugador. Parecía cuesta arriba, más todavía porque el arquero portugués Girao se agigantaba cada vez más como aquella tarde en Barcelona. Pero no hay un arquero invencible. Y la albiceleste lo logró bajar del cielo. Pablo Álvarez descontó cuando se moría el primer tiempo. Más que un gol fue un cambio de rumbo del partido.

En el complemento Carlos Nicolía (jugó bien, metido en lo suyo) volvió a vencer a Girao con un libre directo. Portugal, rotando siempre, ya no se mostró seguro. Empezó a hacer correr la bocha. Inclusive buscando enfriar el trámite (Girao, un especialista en eso). Pero no le funcionó. Apareció otra vez Álvarez (la figura de la final) y la bocha entró para el tercer gol argentino en cámara lenta. El equipo lusitano se desmoronó. Conti Acevedo se agigantó en el arco argentino. El público lo vivió a full (un punto negro cuando tiraron las botellitas de plástico). Y Ezequiel Mena, con el arco portugués vacío (sacaron a Girao para poner otro jugador de campo), aprovechó y clavó el cuarto. Chau Portugal. Chau partido. ¡Hola título mundial! 

El último. Ezequiel dispara al arco vacío ante la oposición infructuosa de Gonzalo Alves y Joao Rodrigues. Con ese gol la Argentina cerró su victoria sobre Portugal en la final. –

 

CLAVE

 

Carlos Nicolía – Selección Argentina

El capitán no sólo se mostró como un jugador fundamental en la final sino que apoyó a sus compañeros cuando no estaba en cancha. Y en el partido decisivo no falló en el libre directo ante Girao. Además, Pablo Álvarez (figura) y Ezequiel Mena, brillaron en la final.