
Los cementerios y antes de que se convirtieran en una pesada carga económica y actividad comercial, cada día más rentable, se les decía "Campos Santos". Eran lugares de recogimiento espiritual, que en principio eran parte de los terrenos de una iglesia católica. Según la historia contada de boca en boca entre los antiguos sanjuaninos, estaban más protegidos y cuidados si pertenecían a este culto. Con el tiempo, los municipios empezaron a dedicar espacios especiales para los cementerios con distintos tipos de comodidades y pago para tal fin. En ese contexto adecuaron grandes terrenos para que nuestros muertos descansen en paz.
Una foto que José Mazuelos retrato allá por 1942 y que generó esta nota, un campo santo en la localidad de Barreal. Allí, los mitos, leyendas y los porqué tienen explicación. Los muertos eran enterrados mirando a la cordillera, para que los sonidos del viento, casi igual a un llanto, quedaran en la falda del cerro, y la "Pachamama", cuidara de ellos. Las cruces, que eran cada una distinta a la otra y confeccionada por los deudos, indicaba que allí habían fallecidos en gracia de Dios. Cada cruz tenía enganchada una corona de flores de papel, que artísticamente confeccionaban las mujeres, madre, esposa o un pariente. El muerto, las cruces y las coronas siempre miraban a la cordillera con su lenguaje de los silencios, los respetos y las soledades.
Estás tumbas eran visitadas sólo una vez al año para el día de "todos los muertos". Allí se "convivía" con el muerto, y los deudos pasaban casi todo el día, haciendo distintos ritos para hacerle los homenajes que el difunto en vida practicaba. Se le prendían velas, se llevaba comida, se conversaba, se les cantaba y sobre todo, se le rezaba varias veces mientras duraba la visita. Se renovaba la corona de flores y le encomendaban y pedían a Dios que cuide al alma del que estaba y descansaba en ese lugar.
Leopoldo Mazuelos Corts
Ex dirigente vecinal
DNI 5.543.908
