La mayoría de las mujeres sanjuaninas que se animaron a incursionar en la actividad industrial lo hicieron por dos razones fundamentales: heredaron la empresa familiar y continúan su legado, o decidieron empoderarse e iniciar un emprendimiento propio. Indistintamente de los motivos, no les resultó fácil mantenerse en el rubro. Sobre todo cuando asumieron el control del negocio o de algunas áreas. Pero lograron encontrar una estrategia para ganar aceptación e imponer su autoridad. Dijeron que con el tiempo aprendieron que desarrollar un carácter fuerte y no mostrar debilidad son las claves para mantenerse firme en la actividad, y en un rol de liderazgo.
Marcela Arce es la menor de 4 hermanas y la que se animó a asumir la dirección de Carpas Ginestar SRL, la empresa familiar que fundó su padre. Nunca imaginó que llegar al "escritorio grande", siendo mujer y joven, le iba a poner en jaque hasta su salud. El personal, en su mayoría masculino y mayor, varias veces le mostró su descontento por estar bajo su mando. Como consecuencia, Marcela perdió dos embarazos por estrés.
"Hace 10 años que asumí la conducción total de la empresa y fue muy complicado porque a los hombres no les gusta que los mande una mujer. Me desafiaron mucho. Me acuerdo que cuando decidí que nadie se llevara las movilidades de la empresa a su casa, al otro día pararon la fábrica, y así varias cosas más. Tuve que hacer un curso de coaching para poder encontrarle la vuelta y lograr que trabajáramos en paz. La clave fue desarrollar un carácter firme y no mostrar debilidad. Cada decisión nueva la sometía a consenso, pero dejando en claro cuál era la política y que si a alguien no le gustaba, tenía libertad de irse. Todos logramos adaptarnos y armar un buen grupo de trabajo que se basa en el respeto", sostuvo.
De todos modos, Marcela dijo que considera que la mujer empresaria sigue siendo muy cuestionada a nivel laboral, cosa que el hombre no padece. "Si llamás a un proveedor y sos simpática, te malinterpretan; y si sos poco simpática, te consideran una histérica. Nunca terminamos de tener que demostrar algo", sostuvo.
Por la pandemia, Ana Paula Godoy tuvo que reinventarse. Se suspendieron los eventos sociales, su fuente laboral independiente, y tuvo que salir a buscar trabajo. Lo encontró en un rubro desconocido y ocupando un cargo un tanto "antipático" donde tuvo que aprender a hacer valer su autoridad y a tolerar comentarios despectivos como "quién se cree esta chica nueva que me viene a decir cómo tengo que hacer mi trabajo". Trabaja en Iscot Services, una empresa de servicios de limpieza, auditando que los empleados cumplan con su tarea respetando los procedimientos establecidos.
Ana Paula dijo que al principio fue difícil desempeñar su rol, pero que con el tiempo le encontró la vuelta. "Muchos empleados de esta empresa son varones, de edad avanzada, y al principio no les simpatizaba que una mujer joven los controlara y hacían comentarios despectivos. Pero todo cambió a partir de que aprendí a desempeñar mi labor con autoridad, pero sin ir al choque y, al mismo tiempo, sin mostrar debilidad. Creo que el pilar para lograrlo fue combinar tres condiciones como son un carácter firme, el buen trato y el respeto hacia el personal. Con esto logré aceptación y que todos entendieran que somos un equipo donde la función de cada uno es imprescindible, sin distinción de género", dijo la auditora.
Pamela Sirvente, de 32 años, proviene de una familia empresaria. Desde niña jugaba entre hierros en Servicios Industriales, la metalúrgica que fundó su padre, por lo que el mundo industrial fue parte de su vida. Por eso, cuando le tocó trabajar en el negocio, supo y pudo hacerlo con naturalidad y como una empleada más. Pero la cosa se complicó cuando, tras la muerte de su padre, asumió la gerencia de la metalúrgica junto a su hermano. "Siempre te sentís observada y cuestionada. Cuando le decís a un empleado que el hierro se dobla de una manera o le sugerís a un cliente que haga algún cambio, sentís que te matan con la mirada. Pero la clave es mantenerse firme y aprender a convivir con eso, basándose en la capacidad y experiencia que una tiene", dijo la empresaria.
El género y la edad fueron los principales inconvenientes que Yésica Galoviche tuvo que enfrentar cuando decidió trabajar en Fortrack Calzados, la fábrica de calzados de seguridad que fundó su marido. Dijo que cuando realizaba alguna operación con algún proveedor de manera telefónica, era diferente que cuando lo hacía personalmente, ya que al verla joven no podían disimular su malestar por considerarla incapaz o sin experiencia para el trabajo. Entonces se propuso cambiar la situación predicando con el ejemplo: decidió aumentar el personal femenino en la fábrica.
"Cuando yo comencé sólo éramos dos mujeres en el área administrativa. Ahora, en la empresa hay 20 empleados en total, de los cuales el 50% son mujeres jóvenes que realizan hasta los trabajos más complicados y minuciosos como es el corte del material para confeccionar el calzado. Esto demuestra que las mujeres somos capaces de realizar todo tipo de trabajo tanto o mejor que un hombre", dijo Yésica.
Por su parte, Gabriela Guillén, vicepresidente de Itala SA, Concesionario Oficial Fiat en San Juan, también consideró que son las mujeres las que en el ámbito laboral deben hacer valer sus capacidades, habilidades y experiencia. Dijo que las dificultades que debió enfrentar fueron más por ser joven que por ser mujer. "Personalmente no me pasó que me jugara en contra ser mujer en una negociación. De hecho, creo que las mujeres tenemos la habilidad de ser más comunicativas, lo cual puede beneficiar a la negociación en sí. Por supuesto que tuve situaciones donde tuve que revelar mi carácter firme, pero no por temas de género, sino más bien por temas inherentes al puesto. Considero que el carácter firme es algo que todo rol gerencial debe tener, ya sea hombre o mujer", concluyó la ejecutiva.