Las redes sociales se han instalado de tal modo en nuestra realidad, aun con sus beneficios, no están exentas de los riesgos de esa realidad y con características propias que amenazan la integridad psicológica y moral de niños y adolescentes. Están en la escuela, ayudan a la comunicación entre alumnos y de ellos con los profesores; permiten buscar información, se pueden usar para establecer vínculos con especialistas, bibliotecas y participar en actividades comunes con otros grupos. Están ligadas a las relaciones personales, es un tema que necesita atención en la escuela, se pueden usar bien, pero hay riesgos como el ciberacoso.
El Papa en la visita a Panamá mencionó el bullying, y el riesgo de forjar una identidad basada en el daño que se hace a otro; identificándose como el que agrede.
"La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros”).
La red sirve para el encuentro, pero cuando la identidad se basa en la exclusión del otro, termina fomentando el individualismo, un narcisismo que se reduce a mostrarse a sí mismo sin que el otro importe.
Una identidad que se forja desde la oposición, la lucha, la exclusión del otro, aun desde la pertenencia a un grupo enfrentado con otro, ayuda al individualismo; como señala el Papa, abre la posibilidad de sospecha y prejuicios, separa no une. El propio grupo está unido por lazos débiles, la confrontación con otros; fuera de esa oposición puede no haber verdadero vínculo que dure.
Lo que une es lo que separa o enfrenta con otro, eso identifica a veces a un grupo. Hay alguien detrás de la pantalla de internet, puede no importar mucho quién, que está para que aparezca lo que uno cree que es, aunque no haya vínculo que se prolongue en el tiempo. Si ese individualismo se desarrolla, sigue lo transitorio como modo de vida; al no vincularse con un otro, un igual, el vínculo puede cambiar de objeto, como si necesitara lo otro, aunque sea anónimo, internet puede favorecer el anonimato. Ese modo de existencia, la transitoriedad, no favorece la estabilidad del vínculo, termina encerrando al yo en sí mismo, sin llegar a un nosotros donde el yo se enriquece. Se busca lo efímero, sin mayor compromiso ni estabilidad forjada en el vínculo o la comunidad. No hay proyecto a largo plazo, el grupo se ve como un medio útil para lograr la afirmación de sí mismo en una instancia transitoria. En cambio, un grupo cuya cohesión se hace con fines nobles, puede descubrir en el diálogo diferencias válidas y ayudar a formar una identidad vinculada a la solidaridad. En ese caso la pertenencia al grupo, ahora puede ser una red social, ayuda a desarrollar ese carácter de nuestra existencia, pero en la actualidad esa pertenencia está amenazada por lo transitorio, si no se busca un verdadero vínculo en el que yo y tú sean una realidad estable, que ayude a ser al yo de una manera virtuosa; la pertenencia a un grupo influye en la formación de nuestra identidad.
Por Manuel Castillo Profesor de la UNSJ