Pdro Torres, el "jorobadito", sentado a la derecha, con otros guitarreros, en la sede de la Central de Policía.

 

Esto que voy a contar es un caso típico de lo que se conoce como tradición oral. Que no es otra cosa que el boca a boca de la gente común, referida a un hecho, o personas, o un lugar, que arranca en un punto determinado de la línea de tiempo y se convierte en historia o acaso un mito. En este caso el lugar es la Esquina Colorada. Uno de sus personajes es nada menos que Carlos Gardel. Otro es el guitarrero y cantor sanjuanino Pedro "el Jorobadito" Torres, y el año, julio de 1933. En una nota que leí en DIARIO DE CUYO hace unos años, Carlos Washington León, destacado "gardelófilo" sanjuanino, memoraba este acontecimiento que a él le había llegado vaya a saber por qué vía. Mi otra fuente es el amigo Roberto Torres, hijo del mencionado "Jorobadito", quien recibió la anécdota de boca de su propio padre. De modo que queda asentado para la memoria popular que Gardel se apeó en la Esquina Colorada y cantó para los lugareños. ¿Habrá estado mi padre, que por entonces tenía 29 años? ¿El doctor Laciar, don Napoleón Quiroga, don Menín, los turcos Abdala, Beirán o Basil? Quién sabe. ¿Y don Robledo, Chaúl, los Pavía, Gómez, Montiveros, Villalba y otros? Me imagino al morocho cantor subido a alguna tarima, acompañado de sus guitarristas, más don Pedro Torres, a quien escuchó al pasar cantando en una confitería del centro y lo invitó que lo acompañara en esa visita. La muchachada de la Esquina seguramente lo rodearía, como le ocurría en cada lugar en que Gardel "mordía el freno", y no se cansaría de pedirle "otra, otra". Momento histórico para nuestra barriada. La anécdota, basada en las narraciones que he mencionado, en realidad comenzó unos días antes, el 2 de julio de 1933, cuando Gardel llegó a San Juan contratado por don Bautista Estornell, y cantó en el Teatro Cervantes. Aceptó también hacerlo en el San Martín, a un menor precio. No obstante ello, cuando se llenó el Cervantes, Gardel ordenó abrir las puertas para que entrara todo aquél que no había podido pagar la entrada. Al pasar por la plaza 25 de Mayo cantó también para un grupo de lustrabotas y desde allí convocó al trío de los hermanos Torres (Pedro, Ciro y Humberto). El "Jorobadito" le cantó el tango "Alas Caídas" y Gardel le retrucó con "Volver". ¡Lo que habrá sido eso! Desde allí partieron hacia el Oeste, los Torres tenían cita para cantar en Zonda, y pararon en la Esquina Colorada. Gardel cantó a dúo con Pedrito y le llamó la atención la guitarra de este, que era muy grande para su estatura. Entonces le pidió a uno de sus guitarristas que le anotaran sus datos, porque decía que Pedrito con su canto se había ganado este regalo. La guitarra motivo del obsequio, es con la que aparece Torres en esta foto (es el último sentado a la derecha) y que aún hoy conserva su hijo Roberto. Dicen que Gardel quedó impactado por el nombre de esa esquina, "Colorada", y lo repitió como curiosidad en un reportaje en una radio porteña. Historia que ya es leyenda y leyenda que ya es un mito. Gardel estuvo en la esquina de Cereceto y San Miguel, en 1933. Garantido y certificado. "¡Chan, chan!".