Ceferino Contreras frente al cerro en el que pasó 83 horas deambulando tras desaparecer.

El próximo 31 de marzo, Ceferino Isidro Contreras cumplirá 50 años. Sin embargo, recuerda a la perfección lo que vivió cuando tenía 4, en el desierto caucetero. Él se perdió en el cerro Pie de Palo y pasó 83 horas caminando a la deriva, descalzo, sin comida ni agua, pero sobrevivió. Ahora, 46 años después, contó su vivencia a DIARIO DE CUYO y resaltó que lo que más recuerda son los ojos del puma que pasó por su lado y lo obligó a mantenerse inmóvil durante varios minutos.

 

Ceferino sigue viviendo en su Bermejo natal, todas las mañanas se levanta y ve el cerro que lo cobijó cuando había quedado completamente solo. “Yo había ido con mi familia al puesto en el que trabajaban y siempre me alejaba para buscar la leche. Pero las vacas empezaron a correr y me asusté. Entonces corrí yo también. Cuando intenté volver, ya no sabía a dónde estaba”, relata el hombre de manos curtidas que realiza changas y se da "maña para hacer algunas cosas albañilería”, según él mismo cuenta.

 

Desde ese momento, según relata, “caminé, caminé y caminé por el cerro hasta que se hizo de noche, pero no encontré a nadie. Al principio sentí un poco de miedo por estar ahí, pero después se me pasó”.

 

 

 

 

Durante las horas de Sol, fue que aquel niño pequeño que recorrió 40 kilómetros durante toda su odisea, encontró resguardo: “Vi que había un arbusto cerca del río y me di cuenta de que podía quedarme ahí abajo. Salía cada tanto a buscar agua y verdolaga, que es como chipica. Ya no podía caminar, me dolían las lastimaduras que tenía en los pies. Además, era mayo y estaba frío”.

 

Fue en ese lugar que Ceferino se topó de frente con un puma. “Aunque era muy chico, sabía que había animales, por eso también busqué refugio. Cuando escuché un ruido, miré y vi al puma que pasaba caminando, me quedé quieto y se fue. Pero más tarde volvió. Traía una vizcacha en la boca y se quedó parado cerca de mí. Traté de quedarme quieto, no me vio y se alejó”, sostiene el hombre.

 

Otro momento de pánico llegó cuando oyó disparos. “Parece que los hombres que me estaban buscando encontraron algún animal en un árbol y dispararon para arriba. Yo escuché esos ruidos y volví a tener miedo, me daba miedo que me encontraran”, reflexionó.

 

Entonces, se mantuvo escondido. Cuando ya habían pasado 4 días y la noche estaba por caer por cuarta vez, lo hallaron. “Habían decidido que ya no me iban a buscar más. Los hombres habían vuelto, pero dos mujeres hicieron una última recorrida. Ellas iban a caballo y fue uno de esos animales el que me vio, parece que me moví un poco, me escuchó y miró al lugar en el que yo estaba”.

 

Fotos y video: Marcos Carrizo – DIARIO DE CUYO

 

Las mujeres lo alzaron y Ceferino les pidió agua, aún recuerda cómo sintió aquel paño húmedo que apoyaron sobre su boca. Después, se desvaneció. “No sé cómo o quiénes me trajeron. Sé que llegué primero a la salita de acá -de Bermejo- y ahí me encontró mi mamá, yo me dormí apenas me encontraron”.

 

“Después, me acuerdo de estar en el hospital. Estaba rodeado de juguetes que me había llevado la gente”, dice el hombre que aún no sabe qué lo ayudó en el desierto. “Capaz fue Dios, la gente dice eso, pero no sé”, afirma.

 

A pesar del paso de los años, todos sus vecinos recuerdan la historia de Ceferino. Él les relató varias veces su aventura a sus hijos y siguen llegando al pueblo personas de otros departamentos que preguntan por él.

 

 

Ceferino y Benjamín

 

 

El caso de Ceferino salió a la luz después de que Benjamín Sánchez, de 5 años, se perdiera en la zona de El Salado, en Albardón, el domingo pasado. El niño caminó 21 kilómetros buscando regresar con su familia y fue hallado casi 24 horas después, sano y salvo.

 

La desaparición del niño generó conmoción y movilizó a cientos de personas que colaboraron con la búsqueda, orquestada por el Gobierno de la provincia y las fuerzas de seguridad. 

 

Las características del caso trajeron a la memoria de varias personas la historia del niño de Bermejo.

 

"La verdad no me enteré de lo que le pasó a ese niño", confió Ceferino, cuyo pueblo no cuenta con señal de celular ni Internet. "Pero me alegro mucho de que su historia, como la mía, haya terminado bien", agregó.