El arquero de Boca, Sergio Romero, el hombre en quien Juan Román Riquelme confió para reemplazar a Agustín Rossi, se volvió a convertir en héroe y fue la figura de su equipo tanto en los 90 minutos como en la serie de penales.
Tras atajar dos remates desde el punto penal a Raphael Veiga y Gustavo Gómez, "Chiquito" Romero contribuyó para dejar a Boca en la final de la Copa Libertadores ante Fluminense, que se jugará en el estadio Maracaná el próximo 4 de noviembre.
"A lo largo de lo que fue mi carrera, la hemos luchado bastante. Sé que a mi esposa no le gusta que lo diga pero hemos luchado desde hace 15, 16, 17 años con una rodilla bastante molesta, inquieta. Y esta última operación en Boca, con el doctor (Jorge) Batista, nos cambió la vida a nosotros, a la familia y a todo el mundo, porque pasó a ser una rodilla nueva para mí, sin líquido, dolores, ni molestias", sostuvo ayer el arquero "xeneize", de 36 años.
Romero vive su mejor momento en Boca y es una pieza clave buscando la 7ma Libertadores del club.
"Eso me permitió trabajar de la mejor manera y hoy en día poder disfrutar de este presente, la verdad que es espectacular. Estar nuevamente o demostrar nuevamente que uno está entero, que uno está activo, que uno puede. El año pasado se han dicho tantas cosas, obviamente que no era para matarme a mí, pero sí a la dirigencia de Boca", sostuvo el guardavalla pilar de los pases de ronda de Boca desde octavos a la final, ayer por la mañana en FM 100 durante le programa en que trabaja su esposa, Eliana Guercio.
De esta manera sencilla, "Chiquito" contó cómo estaba antes de que Riquelme, vicepresidente de Boca, lo invitara el 6 agosto del año pasado a darse una vuelta por el predio de Ezeiza.
Ahí nació esta historia entre el legendario "10" boquense y un futbolista que ya pensaba su retiro en Europa y nunca esta actualidad, en donde medio país lo ama por este presente brillante, que resumió en una frase: "Es bueno que me pueda seguir divirtiendo a los 36 años", expresó.
Después se refirió a todo lo que se dijo sobre su rodilla derecha y que ya no estaba para atajar en un arco tan grande como el de Boca.
"A mí no me afectan esas cosas. Tengo una cabeza bastante particular, nunca me molestó ninguna crítica. Sé quién dijo cada cosa, eso sí, porque soy una persona que le gusta estar informada, pero no me toca ni me llega. Quizás le afectaba más a ella que a mí, pero a mí no. Y como te dije, esa operación de Batista me devolvió una rodilla nueva", dijo Romero en referencia a su esposa.
Con palabras al borde de las lágrimas, "Chiquito" dijo que "el diario del lunes lo dice solo. No era un arquero retirado, roto, era un arquero que necesitaba tiempo y eso en Boca lo conseguí. Nadie me apuró, me operaron, me dieron mis tiempos, espacios, nos perdimos un descanso con la familia porque en noviembre me quedé trabajando en el club con los kinesiólogos, que me hicieron el aguante y se quedaron conmigo. Arrancamos la pretemporada con el equipo y eso para nosotros era impagable. Y ahora que estamos donde estamos, la verdad que valió la pena ese esfuerzo. Y vamos por más".
Sin dudas que Juan Román Riquelme, en silencio, se debe sentir orgulloso de su última criatura: en aquella charla en Ezeiza se habló de aquel equipo campeón de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, en donde fueron compañeros.
El vicepresidente de Boca sacó entonces un as de la manga como lo hacía en los campos de juego y le preguntó si quería quedarse. Que firmara para Boca, le tiró, en épocas en que Agustín Rossi, quien era aclamado por lo hinchas, no quería renovar su contrato.
Se dijeron miles de cosas y se escribieron miles de palabras sobre la salida de Agustín Rossi y su conflicto con la dirigencia boquense, mientras el exarquero de la Selección nacional y de Racing empezaba su reconstrucción luego de operarse con las manos mágicas de Jorge Batista.
Los números hablan por sí solos: de los 23 penales que le ejecutaron en Boca, atajo 12, de los cuales cuatro fueron en tiempo de juego y ocho en definición por penales.
A falta de un mes para la cita cumbre en el Maracaná, el mítico escenario de aquella amarga tarde de la derrota argentina ante Alemania por 1 a 0 en la final de la Copa del Mundo de 2014. "No es para mi una revancha", cerró.