A pesar de su gran complejidad interna, los smartphones modernos, bien sea con Android o iPhone, sufren procesos de degradación de rendimiento en su mayor parte reversibles. Salvo que tenga una falla irremediable, lo más seguro es que puedas conseguir que vuelva a funcionar como el primer día.

 

Hay dos elementos básicos a nivel de hardware que dejan de funcionar bien con el paso del tiempo: el chip de almacenamiento principal (no confundir con el chip de memoria RAM) y la batería. Ambos afectan al rendimiento final del teléfono y son los principales causantes de que “el móvil cada vez vaya más lento”.

 

En la mayor parte de los casos si no queremos cambiar de celular por uno nuevo, queremos darle una nueva vida para prestarlo a un familiar o un amigo o simplemente queremos exprimir unos meses más de funcionamiento, cambiar la batería es uno de los pasos más sencillos para recuperar el rendimiento perdido. Si bien podés llevarlo a un servicio técnico oficial de la marca, si sos de los que se dan maña con las herramientas o conocemos a alguien capaz, siempre está la opción de comprar una batería nueva y cambiarla por tu cuenta. 

 

Una batería desgastada acaba reduciendo su capacidad total según se van agotando sus ciclos de carga y descarga totales. Y con una menor capacidad, el software del smartphone intenta optimizar su funcionamiento, pero en general puede causar que se cuelgue o reinicie porque no consigue aportar la energía suficiente al procesador en momentos concretos. Cambiar la batería por una en mejores condiciones eliminará este problema.

 

El segundo caso de hardware está en el chip de almacenamiento. A pesar de sus diferentes capacidades (16, 32, 64, 128 o incluso más Gigabytes) también tenemos en cuenta que hay chips más rápidos y otros más lentos. Esto es: son capaces de leer y escribir datos mucho más rápida. Normalmente para archivos multimedia no importa, pero es importante para el lanzamiento de las aplicaciones o tareas intensivas.

 

Lamentablemente, estos chips también tienen una vida cortada. Los datos que almacenamos en ellos pueden ser escritos, borrados y sobre escritos una cantidad finita de veces antes de que cada apartado individual quede inservible. Ante este proceso de envejecimiento progresivo no hay solución más allá de cambiar el chip de almacenamiento por un nuevo, pero al estar soldados en la placa es una solución muy complicada.

 

Por suerte aún tenemos dos soluciones: liberar espacio para que los controladores puedan mover a sitios más idóneos los ficheros. Independientemente del móvil que tengamos, nunca es buena idea mantener constantemente el almacenamiento al máximo. Por ejemplo, si tienes 32 GB, tu teléfono tendrá menos maniobra para mover archivos si tienes 31 GB ocupados que si tienes tan solo 20 GB.

 

Para conseguir eliminar archivos, prueba con soluciones en la nube como Google Photos, iCloud o Dropbox, o el tradicional método de pasar fotografías y vídeos a la computadora. Si tu teléfono está complicado con el almacenamiento, deberías notar una mejoría clara cuando liberes espacio.

 

Por este mismo motivo, restablecer el smartphone a sus ajustes de fábrica hace que se sienta más rápido. El chip de almacenamiento volverá a tener espacio suficiente para gestionar las nuevas escrituras de ficheros. Esta opción puede ser quizá la última que debiéramos tomar porque perderemos todo lo almacenado en él, pero si hacemos copias de seguridad de nuestras conversaciones de WhatsApp, nuestras fotografías y vídeos, entre otros elementos importantes. Podría ser la forma más efectiva para conseguirlo.