Ir por tierra o por aire a Chile, renovar allá celulares y notebooks, pasear varios días y regresar con valijas cerradas a presión. Fue la “escapada” perfecta para millones de familias: aún con los pasajes, el alojamiento y los impuestos, se gastaba menos que comprando la tecnología en Argentina. Pero la situación, que duró más de tres años, de repente se terminó. Y el “turismo de shopping” pasó del auge al declive.
Fue en el verano que Chile terminó de ponerse caro, y por varios motivos: el principal, cambiario. Desde diciembre, mientras el peso argentino se devaluó un 16% frente al dólar, la moneda chilena se apreció al mayor nivel desde 2014. Así, para el bolsillo argentino, todo en Chile se encareció un 28% en sólo dos meses, y un 38% interanual. A eso se sumó que acá, por rebajas impositivas y acuerdos con la industria local, la electrónica se abarató.
El efecto fue que, para los argentinos, traer los últimos gadgets de Chile no sólo perdió atractivo. Ahora puede resultar mucho más caro que comprarlos en Argentina, con garantía y en cuotas sin interés.
Un relevamiento sobre 30 aparatos, hecho en las grandes cadenas con productos de igual marca y modelo, lo deja claro. En computadoras, tablets y celulares -lo que más traían los turistas-, los precios de ambos países ahora están muy parejos, y ya hay modelos más baratos acá que en Chile.
En Argentina, tras la quita de los aranceles a la importación de computadoras (ver aparte), notebooks HP de $ 30.000 se ven en Chile a $ 29.800. Una “gamer” de esa marca vale acá $ 37.000, contra los $ 36.850 trasandinos. Y hasta hay modelos en Buenos Aires a $ 34.200 que en Chile se venden a $ 40.200 y que al pasar por la Aduana -donde se aplica un impuesto del 50% sobre el excedente de US$ 300, viajando en avión- queda en $ 57.300 (67% más).
Similar, un modelo de Lenovo cuesta $ 19.000 acá, contra $ 20.100 de Chile. Macbooks que valen $ 52.000 en tiendas porteñas están en Santiago a $ 50.200, que se hacen $ 72.300 al cruzar la frontera. Y algo parecido se halló con las tabletas. En una iPad de 12,9 pulgadas, por ejemplo, el precio argentino ($ 28.000) mejora el chileno ($ 29.150).
Al comparar los principales smartphones fabricados en Argentina el panorama se repite. Yendo a Chile, el Galaxy S8+ sólo baja de $ 24.000 a $ 22.800 y el Galaxy Note 8 de $ 26.000 a $ 23.500. Otros, en tanto, suben de $ 15.000 a $ 15.500 (como el Huawei P9) o de $ 10.000 a $ 10.050 (como el Moto G5S Plus).
“Por el factor cambiario, la eliminación de impuestos internos a los productos fueguinos y el trabajo de la industria para bajar sus costos, hoy la diferencia es exigua en celulares. Y en modelos emblemáticos, ahora la brecha es a favor del precio argentino”, destacó Federico Hellemeyer, presidente de la Asociación de Fábricas Argentinas Terminales de Electrónica (Afarte).
Distinto es el caso de los iPhone porque, al no armarse en el país, pagan derechos de importación y un 10,5% de impuesto interno. En esos teléfonos, según lo relevado, Chile aún tiene precios 25 a 30% más bajos que los argentinos, pero la brecha se redujo y ahora no llega a compensar el impuesto aduanero, como pasa también con las consolas.
Lo que sigue conviniendo traer de Chile son los televisores, con diferencias que promedian el 35% después de impuestos en cinco Smart TV relevados. “En esto Argentina sigue más cara -reconoció Hellemeyer-, pero la brecha se achicó y trabajamos para reducirla aún más”.
“Santiago está carísimo, dejó de ser la Miami de Latinoamérica. Ya no se justifica ir sólo a comprar”, definió Mónica Silva, periodista especializada en turismo de compras y autora del blog Alma Viajera. “Sin contar televisores, la tecnología ya no conviene. Tampoco los perfumes. Y en ropa, sólo se ven ofertas aisladas: un buen jean ahora no baja de $ 1.000”.
Al correrse la voz sobre esta realidad, lo que hasta hace poco se reportaba como una verdadera “invasión argentina” empieza a decaer y muchos tours de compras que hasta hace meses hacían furor ahora se dan de baja por falta de interesados. “Vengo de Santiago y ya no vi argentinos con valijas en los shoppings, como era común antes. Y los que van, esperando precios bajos, se vuelven frustrados”, agregó Silva.
De a poco, los efectos empiezan a verse en las estadísticas. Según la Cámara de Comercio trasandina, tras años de fuerte crecimiento, en el último trimestre de 2017 el gasto con tarjetas argentinas en Chile cayó un 7,8%. También las visitas de argentinos a Chile, tras marcar un récord histórico, comenzaron a caer: en diciembre, según cifras oficiales, fueron 5% menos que un año antes.