Su habitación con techo de caña y paredes con huellas de humedad es una especie de búnker donde lo único que importa es colocar bien la mano y que cada nota suene afinada. Toma el violín, lo acomoda sobre el hombro y su mirada parece perderse. Sin embargo, ese es el instante de mayor concentración, disciplina y felicidad para Matías, de 16 años, que con mucho esfuerzo aprendió a tocar el instrumento. Juntando moneditas que le daban las señoras que salían del supermercado porque él les ayudaba a llevar los carritos y las bolsas de la mercadería, pudo comprar su primer instrumento. Ahora, Matías dice que aprender a tocar el violín le cambió la vida por completo. Forma parte de la Orquesta Escuela San Juan.

A Matías se le murió su mamá cuando era muy chico. Fue entonces que su abuelo Antonio decidió criarlo. El hombre es una pieza fundamental en la vida del chico y quien lo apoya incondicionalmente en la música, aun cuando nunca había visto antes un violín. "Es como si la música me hubiese llamado. Yo era muy callejero y andaba con malas juntas. Tenía 10 años y siempre haciendo lío. Un día salí de la escuela, pasé por la puerta de la biblioteca que queda cerca de mi casa y sentí música. Entré y vi a muchos chicos. Nunca había visto un violín, pero no pude dejar de mirarlo", cuenta Matías. Desde la Orquesta Escuela lo invitaron a unirse al grupo y no dudó un minuto en sumarse.

"Desde entonces me cambió todo. Puedo hablar mejor, me visto de otra manera y soy más disciplinado", agrega. De ser el chico que iba a la escuela desaliñado, deambulaba por las tardes tirando piedras, pasó a ser ordenado, a concentrarse y a trabajar duro. Todavía recuerda cuando en los primeros tiempos los amigos de barrio se burlaban de él porque había dejado de jugar a la pelota por la música. Pero esto no le influyó. Seguro de lo que hacía siguió adelante, ensayando cuatro veces por semana. Su esfuerzo dio resultados cuando su profesor le prestó un violín para que se llevara a su casa. Pero no fue suficiente. Decidió que quería su propio violín.

Su tesoro. Matías cuida a su violín como el más preciado de sus tesoros. Dice que ahora puede ensayar más. Su sueño es, con la Orquesta Escuela San Juan, poder llegar a Roma.

 

"Aprendí a ser disciplinado y poder mirar al otro. Soy feliz cuando toco el violín".

MATÍAS LÓPEZ – Músico

Matías vive en Villa Rojas, en Rawson. Su abuelo fue militar y hace unos años se perdió en unas dunas de Caucete durante varios días. Sobrevivió gracias a que bebió el agua del radiador de su vieja camioneta. Para los López la vida nunca fue fácil y a pesar de todo lo que trabajan, viven al día. Comprar un violín, entonces, era un sueño más que lejano. Pero esto no fue un impedimento para el pequeño músico. "Hay un supermercado cerca de mi casa. Durante casi dos años, a la salida de la escuela, ayudaba a las señoras con las bolsas o con los carros de mercadería y ellas me daban monedas. Así junté la plata y compré mi violín. Sé que este es el primero, porque voy a seguir esforzándome para tener otros mejores", relata Matías.

Lo mejor que le pasó desde que toca este instrumento es participar de un recital en el Auditorio Juan Victoria. El chico lo define como un lugar con mucha "mística". Dice, además, que viajar con la orquesta es un gran premio y que lo reconforta. Cuando habla de su futuro, todavía no tiene claro qué es lo que quiere ser. Pero está seguro de los cimientos que la música construyó en su modo de actuar. "Estar en esta orquesta me enseñó a ser disciplinado, trabajar en equipo, escuchar al otro, expresarme mejor y hablar con gente de todos los niveles. Todo esto de algo me servirá para cualquier cosa que elija cuando sea grande"; asegura, mientras hace sonar el La en su violín, para verificar que esté afinado.