Esto es tener talento. Esto es el Real Madrid. En plena era post Cristiano, aún silbado en su cancha por Champions, aún cuando es considerado de los más flojos modelos de los últimos tiempos, aún así puede ser letal. Con la técnica y la chapa de algunas individualidades muchas veces le puede sobrar, como pasó en este 3-1 al Kashima, que será rival de River el sábado a las 10:30 por el tercer puesto del Mundial de Clubes. Bastó que entrara el primero para que el pase a la final, esa que se soñaba en Núñez, pareciera liquidado.

 

Lo groso es cómo empezó a encarrilar un partido de ritmo cansino, sin dinámica, aburrido. De un lateral sacó un conejo de la galera en una demostración de fútbol de segundos. De Marcelo para recibir la pelota y meter un pase riquelmiano, de Bale para picar al vacío y convertir a lo Messi de zurda. Y que viva el fútbol con ese tipo de goles de jugadores distintos.

 

 

 

El Real Madrid seguro que esperaba tener en la final a River, como la mayoría. Pero el camino se le allanó al equipo del Indiecito Solari, que asumió hace muy poco y ya puede levantar su primera copa. Porque Bale no perdonó en el comienzo del ST un doble error nipón, después se iluminó con un balinazo inatajable y ese hat-trick le abrió el camino al posible tri. Porque el Real viene de ganar las anteriores dos ediciones (al mismo Kashima que ahora y al Gremio) y tiene el tricampeonato en sus manos frente al verdugo de River en los penales, el Al Ain local (sábado, 13.30). Y si levanta la copa, sería la cuarta de las últimas cinco ediciones.

 

 

 

Hasta el 1-0 de Bale habían estado parejos. Lo que pasa es que la diferencia es tan grande que el Real tiene eso, cracks que aparecen y resuelven partidos. Esta vez no tuvo que dar el presente Benzema, ni fue figura Sergio Ramos, ni Modric. Tampoco fue una lección de fútbol. Pero con el galés y el talento de Marcelo le sobró más de media hora para la final.

 

 

 

El partido que a priori iba a tener pendiente a todo River no lo fue. En el estadio de Abu Dhabi, casi sin banderas, con algunos huecos en las tribunas, se vio a un Real que esperó su momento, que no desesperó, que no perdonó y que sin River tiene allanado el camino al Tri.