En el desarrollo del Encuentro de Artesanos y Artesanas de la Región de Cuyo -organizado por el Ministerio de Turismo y Cultura y por el Concejo Federal de Cultura- que tuvo lugar ayer en la sede del Mercado Artesanal Luisa Escudero, además de las charlas y exposiciones, buena parte de la producción de artesanos locales estuvo en exhibición ante el público. En este muestrario quedó reflejada buena parte de las artesanías tradicionales que hoy se siguen elaborando en Valle Fértil, Jáchal e Iglesia. Son varios los rubros, que van de lo textil, pasando por la cestería y la alfarería, hasta el trabajo manual con cueros y metales. Por tanto, surgió el interrogante para pensar ¿hay una identidad que defina a la artesanía cuyana? DIARIO DE CUYO dialogó con la especialista Patricia Dreidemie, quien estuvo a cargo de una de las charlas propuestas en la programación de este encuentro, con el fin de conocer qué distingue y le da valor a la artesanía local. Su respuesta inicial invitó a pensar en términos de diversidad y de pluralidad: "La producción artesanal tradicional, aprendida de ancestros y de antepasados, está muy relacionada con el territorio cuyano, con sus particularidades del lugar y con una historia relacionada a la actividad ganadera, agrícola y a la del arriero. Esto es aportado por los pueblos originarios como huarpes, diaguitas, calchaquíes y mapuches, desde el sur de Mendoza hasta algunos lugares de La Rioja. En la identidad de esta zona, hay una pluralidad de orígenes y que no está fijada en el pasado sino que está en el presente cotidiano de las artesanas que viven en la región", explicó la investigadora. Por lo tanto, dijo Patricia: "Desde mi punto de vista de antropóloga, me resulta difícil hablar de una sola identidad. Prefiero hablar de una confluencia diversa y no de algo ‘mestizo’ porque no quiero que se borren las diferencias".

La antropóloga e investigadora del Conicet se radicó en 2018 en La Majadita y está actualmente trabajando para la Universidad Nacional de San Juan. Durante todo este tiempo, tuvo una vinculación directa con las comunidades de artesanas y artesanos de Valle Fértil. La experiencia y el trabajo de campo, le indicaron, por ejemplo, que los rasgos distintivos se notan en los distintos elementos que conforman la montura del jinete o arriero a caballo. Son los famosos jergones, ponchos, peleros, aperos y alforjas, los cuales incluyen diseños, texturas y colores únicos logrados a partir de una técnica cuyana conocida como "Lista atada". En cuero, es muy común las sogas, riendas y estribos con trenza patria a 13 tientos. En cestería, hay una gran cantidad de elementos hechos a base de pasto coirón, una planta natural muy típica que crece en las sierras del Valle. En cuanto a la alfarería, con vasijas y tinajas que eran elementos comunes para almacenar y conservar alimentos y también como objetos de rituales funerarios que practicaban los huarpes. "En cada objeto, hay elementos que conviven lo originario con lo criollo. Pero es el territorio lo que hace única a la artesanía cuyana, porque la sequedad del suelo determina y condiciona la calidad de la materia prima de sus productos", remarcó la antropóloga. ¿Cuál es futuro de estos saberes? Es el reto por el cual se está trabajando para que los conocimientos no se pierdan y puedan transmitirse a otras generaciones. "Hay un presente débil y la naturaleza sufre un trato violento por la crisis ambiental que estamos viviendo como humanidad. La artesanía nos comunica que hay otra forma de relacionarnos con nuestro entorno natural, de cuidado y respeto. Este es el valor que tiene la artesanía cuyana. La protección y la transmisión de estos conocimientos son claves para el futuro", concluyó.
DANIEL ARIAS




