Los hijos de Juan Carlos Rojas y el abogado de la familia, en una conferencia de prensa.

 

Los hijos del ministro de Desarrollo Social del gobernador Raúl Jalil y secretario general del gremio de gastronómicos que maneja Luis Barrionuevo, Juan Carlos Rojas, asesinado hace cuatro meses, denunciaron una red de encubrimiento y mostraron pruebas que hay en el expediente donde se aprecia al padre mutilado, al tiempo que convocaron a una marcha en reclamo del esclarecimiento de este brutal hecho.

En una conferencia de prensa convocada especialmente para esta denuncia, los hijos de Rojas dijeron que "a la familia, la Justicia nos mintió, como le mintió al pueblo catamarqueño. A la familia se le dijo que murió de una caída, que murió solo, que no había violencia en las cosas, que no faltaba nada. Que se había ido en paz. Al pueblo se le dijo que al ministro la muerte lo visitó pacífica, que lo sucedido es parte de la vida. Que se fue solo y nos entregaron un cajón cerrado. Nos impusieron el secreto de sumario, nos escondieron la verdad, pero todo sale a la luz".

"Hemos convocado a la prensa para poner en evidencia la maniobra pérfida que pretendió ocultar la verdad sobre la muerte de nuestro padre.

Señalaron también que queremos que la Justicia rinda cuentas de semejante maniobra, queremos que los involucrados estén presos. Si la Justicia los va a encubrir y proteger, no nos importa, nosotros no nos vamos a quedar callados. El pueblo tiene que saber y en Catamarca tiene que haber Justicia".

Fue, quizás, el impacto más grande que ha tenido la opinión pública de Catamarca desde aquellos días en que la muerte de María Soledad Morales erosionó los cimientos del poder de la familia Saadi.

El abogado Ivan Marquís dijo que "estamos lejos de saber quién fue el o los asesinos. La familia esperó cuatro meses, pero no hubo avances. Ahora iremos por esta red de complicidades que pretendió que el hecho pasara como una muerte natural".

LOS HECHOS

El sábado 3 de diciembre del año pasado, en la mañana o sobre el mediodía, nadie lo sabe con certeza, mataron a Juan Carlos Rojas. El domingo 4 lo encontraron tirado en el patio de su casa, en un charco de sangre. Ese día lo velaron a cajón cerrado y la sociedad acercó sus condolencias. Un infarto masivo, se dijo, había terminado con su vida. En la noche de ese domingo, los hijos fueron invitados a pasar a un salón en el sindicato, en el primer piso. Jalil y Barrionuevo eran los anfitriones. En ese momento, y con poca información, se les deslizó que podría tratarse de un asesinato. Como se dijo, lo dejaron planteado.

El lunes 5 de diciembre, a la mañana, todo estaba preparado para retirar el féretro y cremar el cuerpo. Pero cuando las coronas ya se habían colocado arriba del auto que las transportaría al cementerio, hubo un anuncio al lado del cajón. Barrionuevo reunió a todos en el velorio y habló: aquella muerte era ni más ni menos que un asesinato.

Poco después se supo que la causa del deceso había sido un "traumatismo de cráneo-encefálico y un hematoma subdural" provocado por un elemento no filoso. Con esa información diseminada, las palmas bajaron del coche mortuorio. La Justicia se llevó luego el cajón y se realizó una segunda autopsia.

Cuatro meses después, los hijos decidieron jugar su última carta antes de convivir con la frustración de la impunidad. En medio de un dolor decidieron mostrar las fotos de su padre destrozado a golpes para gritar a la sociedad que aquel crimen atroz no puede olvidarse.

 

Por Diego Cabot
Fuente Diario La Nación