Es tan peligroso sobreestimar como subestimar. Bien lo sabe el Gobierno que en su momento subestimó la dificultad para combatir la inflación. También lo sabe luego de haber afirmado livianamente que trabajaría para pobreza cero y ahora ve que dejará la gestión con el mismo porcentaje que la recibió. Tampoco vale sobreestimar las consecuencias de este nuevo acuerdo con el Fondo Monetario. La sobreestimación no proviene en este caso del Gobierno que, bastante golpeado por la realidad, ha tenido que asumir importantes fracasos en la conducción económica, sino más bien de nuestros deseos y de algo que, si bien no se ha explicitado así, se ha dejado entender por gestos de los más altos funcionarios. Mucha gente quiere ver que con este acuerdo volvemos a la fantasía de un estilo de vida que tardaremos muchos años en obtener genuinamente porque hasta ahora lo hemos estado sosteniendo con crédito. Con este acuerdo lo único que logramos es simplemente mantenernos a flote hasta que podamos estar un par de días más tranquilos como para poder pensar. Juan Carlos De Pablo, de visita en San Juan para el Congreso de Ciencias Económicas, lo describió muy gráficamente. "Me preguntan si el gobierno tiene un plan B y yo les respondo que ni siquiera hay un plan A. Estamos en medio de la sala de urgencias luego de un accidente múltiple en que médicos y enfermeros se ocupan de resolver los problemas de a uno y no en establecer el programa general del hospital". Algo así, dicho más simpáticamente como siempre hace De Pablo. Eso es una crisis y estamos en una. Un colega, seguramente angustiado por su situación personal, como nos pasa a todos, esperaba que Macri dijera algo para satisfacer su ansiedad el jueves por la tarde, ¿y ahora? Yo le respondí con mucha crueldad, "lo que vos estás esperando es que te mientan con la fábula dulce de un mundo querido, soñado y mejor" como diría Eladia Blázquez. Macri no lo hizo. Comenzó por reconocer al aumento de la pobreza y, al pasar, hizo lo que debió haber hecho al comienzo de su mandato, recordar que el punto de partida a la salida de Cristina era peor aun cuando se mentía con las estadísticas. Igual, no debemos subestimar lo logrado. De haber estado al borde del caos total que representa el default, tener la certeza de que no ocurrirá por lo menos en lo inmediato no es poca cosa. Es la diferencia entre tener el barco hundido como tuvimos en 2002 o mantener la línea de flotación para seguir remando. ¿Hemos percibido la fuerza del sacudón como para aceptar que pudo haber sido un terremoto? Mucho me temo que no. No son momentos de pedir leche a una vaca de ubres secas. Tampoco son momentos para otra cosa que dar aliento a los médicos que nos tratan de sacar del colapso. Hacer otra cosa es inducirlos al error constante. En estas situaciones nadie tiene el remedio exacto para el momento justo. Se va probando si la cosa funciona o no. Algunos recaen en el viejo concepto de que el Fondo siempre pide ajuste y nunca asiste con políticas de crecimiento.
Desde luego que no le corresponde a una entidad multilateral diseñar esas políticas, que son responsabilidad exclusiva de cada país. El Fondo se creó para asistir en última instancia a países miembros con desequilibrios financieros. Tampoco le hemos pedido que nos ayude para crecer porque antes de eso lo que teníamos que garantizar es poder pagar en término lo que ya gastamos. En eso ha consistido el acuerdo, no hay que pedirle más. La devaluación redujo por sí sola el PBI en un tercio. ¿Para qué la hicieron? No la hizo nadie, se hizo sola, fue un sinceramiento. Estábamos midiendo nuestra altura con una vara de metro que en realidad medía 70 cm. Una vez que tomamos una que medía realmente un metro nos enteramos de que éramos más bajos. Con un tipo de cambio retrasado (el metro de 70 cm) nos creíamos ricos, ahora vemos que no lo éramos. Si no entendemos esto podemos caer todavía más. Ahora viene un apretón fuerte, más fuerte del que estamos viviendo y no conviene levantar expectativas en otro sentido, como que todo pasó. El Banco Central se ha comprometido a no expandir la masa monetaria. ¿Se dan cuenta? Esto implica cerrar la canilla que venía goteando al 2% mensual. ¿De qué goteaba? De la cantidad de dinero contante y sonante que manejamos todos los días. También a no asistir por ninguna vía al Tesoro nacional, es decir, no prestarle más al Gobierno (en realidad esto se viene haciendo desde junio). Si compra dólares por estar bajo su precio, a no reponer los pesos quitados de la calle. Estas medidas, como afirmó el Presidente del BCRA, tienen el objetivo de frenar la inflación, pero tendrán inevitablemente la consecuencia de frenar también la actividad.
El dinero es transversal a todo el proceso económico, es el aceite que permite que los metales del motor no se fundan. Si el aceite falta, deberá andar a menos revoluciones. Todos tenemos que poner el foco en el tema social, en las carencias de los más pobres, asistirlos institucional y personalmente. No subestimar. Lo logrado era imprescindible, no vale la crítica porque no teníamos alternativa. No sobrestimar pensando que es la solución del problema, es apenas la condición necesaria para seguir trabajando en busca de la solución.