Felisa Verón (75) freía las milanesas para ella y su marido cuando de golpe dos ladrones la sumergieron en el episodio más traumático de su vida, porque la maltrataron y porque ni siquiera se inquietaron al ver a su pareja, Antonio Sosa (81), postrado en una cama, balbuceando y sin poder hacer nada a causa de los 6 accidentes cerebrovasculares (ACV) que sufrió en los últimos diez años.
Sin importarles demasiado que era pleno día (cerca de las 13.05 del martes), los delincuentes aprovecharon que la puerta del frente estaba sin llave y sorprendieron a la mujer en la cocina. La vivienda está ubicada en la Villa Las Rosas, en Las Chacritas, 9 de Julio, y la sospecha es que los malvivientes estuvieron escondidos en el descampado que está enfrente. Ambos, uno alto y otro bajito, tenían tapabocas y uno de ellos llevaba un cuchillo en el pantalón. Fue ese el que, sin decir nada, desde atrás tomó a la mujer de los brazos y la tumbó de rodillas al piso. A Felisa le costaba entender lo que estaba pasando pero entró en razón cuando la amenazaron con acuchillarla si no les entregaba plata. "Yo les decía que no tenía nada y se enojaban", contó ayer, entre lágrimas, mientras mostraba sus frágiles brazos, completamente morados y con la piel arrancada en algunas partes, debido a que se los retorcían, rasguñaban y apretujaban con fuerza porque no cedía.
Algo nerviosos y apresurados porque la mujer les dijo que estaba por llegar su hijo, los asaltantes la llevaron a los empujones hasta la habitación de su esposo y allí la volvieron a tirar al piso. En ese momento uno de los sujetos comenzó a recorrer la vivienda y en un aparador encontró los apenas $5.000 que se terminaron llevando junto al celular de la anciana. Ese dinero era de las jubilaciones de las víctimas y con lo único que contaban hasta el nuevo cobro.
Ayer, en el día después, Felisa continuaba asustada, sin poder sacarse de la cabeza imágenes de los algo más de 5 minutos de sufrimiento. Y Antonio, pese a que creían que por su enfermedad no había comprendido lo ocurrido, estaba sumido en un extraño estado. "Él sólo miraba de lejitos, no hacía nada. Pero después no ha querido comer, no ha querido ni tomar agua, está muy raro, todo el tiempo lo veo muy nervioso", lamentó Felisa.