Eran las 8.45 y Cristina había terminado de limpiar la vereda de su almacén ubicado en el interior del Barrio Retiro. Estaba preocupada porque el panadero todavía no llegaba. Algo resignada, ingresó y guardó la escoba cuando fue sorprendida por dos delincuentes armados que a los gritos comenzaron a exigirle dinero. "La plata, la plata", le decían una y otra vez, notablemente alterados y con los rostros cubiertos.
Así comenzaba una jornada en la que el pánico terminó con la tranquilidad de los vecinos de Santa Lucía. Todo sucedió el martes 22 de mayo de 2001 y aún hoy es recordado por la violencia que se vivió.
Uno de los delincuentes encañonó y tiró al piso a la mujer, mientras que el otro se dedicó a revolver todo. Le sacaron $60. Los gritos desesperados de Cristina alertaron a los vecinos que inmediatamente llamaron a la policía.

Nerviosos, los ladrones saltaron por el fondo de la casa y corrieron hasta el Loteo Manzini, tres cuadras al sureste. Los uniformados llegaron al lugar y comenzaron a seguirles el rastro. Así fue como llegaron hasta la vivienda del padre de Mariano Peralta, uno de los asaltantes. Fue allí cuando el oficial José Luis Pérez entró a la casa y vio que alguien se escondía debajo de la cama. Cuando le apuntó para que se entregara, Peralta salió del ropero y redujo al policía. Le quitó el arma y lo tomó de rehén. Luego lo subió a un auto conducido por su hermano, en el que también estaba el otro protagonista del robo, Diego Ruiz.
Así, apuntando en la cabeza con una pistola todo el tiempo al uniformado, comenzó una persecución que se extendió por unas 15 cuadras. Todo era tensión, el aire se cortaba con cuchillo. La gente no podía creer lo que veía y la desesperación se apoderaba de todos. Varios refuerzos se sumaron para intentar detener a los malvivientes.
Pero hubo un sorprendente giro cuando el rehén, pese a permanecer apuntado y amenazado, aprovechó un descuido para doblarle la mano a Peralta. Hubo varios disparos, pero ningún herido. Fue durante ese forcejeo que un patrullero embistió desde atrás el auto en el que escapaban, logrando que se detuvieran en el cruce de San Lorenzo y Necochea, frente a una conocida tienda de venta de ropa.
Otra vez hubo fuego cruzado. Los ladrones salieron del rodado y dos de ellos cayeron heridos; el otro se dio a la fuga. En ese momento, Pérez recuperó su 9 milímetros y salió detrás, sano y salvo.
Minutos después comenzó la desesperada búsqueda de Mariano Peralta, que se extendió hasta la Villa América. Un policía ingresó a una casa ubicada sobre calle Uruguay, donde el reo lo recibió con una balacera. Una de las balas lo rozó y lo tiró al piso. Desde el suelo, respondió el ataque. Los vecinos dijeron que oyeron al menos 10 disparos. Dos de ellos impactaron en la humanidad de Peralta, quien fue trasladado al hospital en grave estado y falleció cuando estaba en el quirófano.
Pérez, el policía héroe

Pese a lo que acababa de vivir, se lo notaba tranquilo, calmo. Feliz y aliviado. José Luis Pérez trabajaba en ese entonces en el Comando Radioeléctrico. "Es mi trabajo jugarme la vida y lo volvería a hacer", había comentado a DIARIO DE CUYO después del dramático episodio, en el que los ladrones lo utilizaron como escudo humano.
"No me quiero hacer el héroe. Pensé en mis seres queridos, en mis compañeros. Tenía que elegir la mejor salida, tenía que encontrar el mejor momento para actuar, como me habían enseñado. Sabía que de lo que yo hiciera dependía mi vida, por eso traté de mantenerme frío", dijo.
