Dicen los educadores que los niños son curiosos y preguntones por naturaleza. Y estas características son fundamentales para desarrollar habilidades que los ayuden en su vida cotidiana a razonar, a observar con atención, por qué no a analizar resultados, a investigar hipótesis y a experimentar por sí mismos. Ciencia pura, por donde se mire.

De hecho, Ariel Maratta que es doctor en Química, pero además papá de un mini-científico (Benicio, de 5 años) lo ratifica con un proyecto educativo que está desarrollando, en el que explica que incentivar "a que los chicos indaguen y pregunten sobre distintos aspectos de las Ciencias contribuye a incrementar su comprensión sobre el Medio Ambiente físico y biológico en el que están insertos, a que tomen conciencia del papel del conocimiento científico en la vida diaria, de la relación con su salud, su seguridad, su entorno, de hacer que las cosas funcionen o cómo cuidar a los seres vivos, pero sobre todo estimular el pensamiento crítico".

Cuatro pequeños, entre ellos el propio Benicio, además de Mía Lorenzo, Hanna Páez y Candela Guallama, son clarísimo ejemplo de ello. La mejor prueba, sus propias historias y los descubrimientos que ya han logrado dentro y fuera de sus casas, dentro y fuera de las aulas. Ellos son, científicos en potencia.

Mía Lorenzo, la futura arqueóloga

La chica que festeja sus cumples con experimentos

La mayoría de las veces, las vocaciones son una herencia de familia. Al menos hay un incentivo, una fuerte influencia y una cotidianeidad con ciertas y determinadas temáticas vinculadas al ámbito laboral de los papás, de los abuelos, de los tíos. Eso es lo que sucede en muchos casos. Pero Mía Lorenzo rompe todos esos esquemas.

A la hija mayor de una mamá abogada y un papá cobrador de Sadaic -la organización que recauda cánones por Derechos de Autor en favor de cantautores y compositores de música-, cuando cualquiera le consulta que quiere ser cuando sea grande, ella se muestra muy resuelta y definida. Ya tiene decidido que no le interesa nada de lo que hacen sus padres ni parientes. Ella, desde muy pequeña, dice que quiere ser arqueóloga o a lo sumo paleontóloga. Y no cambia sus preferencias, por más que se le pregunten miles y miles de veces. Siempre, responde lo mismo.

"Desde siempre le ha gustado todo sobre las Ciencias, desde muy chiquita, en la escuela, en la casa, hace experimentos. Y cada vez que puede o que hay un acontecimiento le regalamos algo que se vincule a la Ciencia. No sé a qué atribuirlo, creo que es una cuestión personal porque Mía es muy intrusa, muy curiosa, todo el tiempo está preguntando y quiere averiguar cosas, quiere ver, descubrir y sorprenderse", dice la mamá.

Mía tiene 10 años. Es la hija de María Belén Oyola y Alejandro Lorenzo, y hermana de Ema, de 3 años. Tan fanática es de las Ciencias que cada vez que llega una festividad y le consultan qué quiere de regalo, por supuesto que pide elementos para hacer experimentos o desarrollar sus propias teorías. De hecho, para su último cumpleaños pidió un cumpleaños de Ciencias. Su tía Paola fue quien se lo hizo realidad. Ella y la cumpleañera organizaron experimentos que dejaron a más de uno de los invitados con ganas de imitarla.

"Fue muy divertido y todos se sorprendieron. Bueno, ya conocen mis gustos… Hicimos una prueba escribiendo en un papel con jugo de limón que obviamente no se veía, pero después al fuego, como por arte de magia se marcó lo que cada uno había escrito. Otro experimento era mezclar vinagre con bicarbonato y se armaba una reacción química que lograba que se infle un globo por sí mismo, sin que nadie haga nada. Por supuesto esto fue posible por la reacción química que se hizo en la botella de plástico en la que habíamos acomodado el globo. Se genera dióxido de carbono, un gas que infla el globo y nadie lo sabía. Otro experimento de mi cumple fue con una bolsa llena de agua, bien cerrada, a la que le atravesamos lápices. Todos creían que se iba a pinchar y entonces iba a salir agua, ¡pero fue todo lo contrario! Ni una gota de agua se derramó. En este experimento juega la presión que hace cada lápiz", explica con soltura, Mía.

"Lo que más me gusta son los juegos de descubrir y limpiar huesos de dinosaurios", agrega la nena que recibió un kit de paleontología para Navidad. Uno de los mundos que la tiene fascinada.

"Quiero ser arqueóloga o paleontóloga porque me gusta desenterrar y descubrir cosas, huesos de dinosaurios como los que hay en Ischigualasto, pero también podrían ser momias como en Egipto. Sueño con ser una arqueóloga famosa, para salir en la tele por los descubrimientos importantes que haga para la humanidad", resume sobre su futuro.

Mientras tanto ya tiene una lupa y un microscopio, otros de sus tesoros regalados y elementos fundamentales que utiliza en las diferentes contiendas que le proponen. Porque además de lo que hace en su casa, ha participado en Ferias de Ciencia escolares -va a 5¦ grado de la Escuela Bernardino Rivadavia- y en diferentes concursos. Por ejemplo, en uno que organizó la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación en plena pandemia, fue uno de los grandes incentivos. En esa instancia competitiva, Mía presentó un experimento de su autoría: va a la mañana a la escuela, participado en uno de los concursos pero no gané. hice un experimento "a un cubo de hielo le puse un hilo y le adherí otro hielo, y no se despegaron más, como si tuvieran pegamento. Fue un invento mío. no lo vi en libros, ni en la tele. Se me ocurrió investigar qué se podría hacer con hielos y las temperaturas", detalla la chica que confiesa que casi nunca se aburre. 

Y cómo para aburrirse, si además de las Ciencias, las hipótesis y los experimentos, a Mía le fascina cocinar, aparte de ir al taller de arte y de ser jugadora de vóley en la UVT.