En los últimos tiempos, miles de cubanos se manifestaron por el fin de la dictadura comunista del gobierno cubano al grito de "patria y vida" y "Cuba libre".

Cada tanto vuelvo a escuchar, y revivir en mi mente, aquel concierto de la "nueva trova cubana", Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, que se celebrara en el mítico estadio de Obras Sanitarias. Fue en 1984. Los argentinos salíamos de los horrores del terrorismo de Estado, por un lado, y de la subversión, por otro, que dejó miles de muertos, desaparecidos, secuestros de bebés, torturas, etc. También de la derrota en Malvinas, que significó el punto final de la dictadura. Y a su vez, punto de arranque para el reencuentro con la democracia. En diciembre de 1983 había asumido el doctor Raúl Alfonsín, primer presidente de la recuperada facultad de elegir y ser elegidos. 

Ese era el contexto de aquel concierto. "¡Cuba, Cuba, Cuba, el pueblo te saluda", cantaba a coro un público fervorizado. En esos años, la juventud había romantizado la revolución cubana. Era un orgullo que el "Che" hubiese sido argentino y los jóvenes habían absorbido hasta los huesos la revolución castrista, que le había devuelto la libertad al pueblo cubano. Rodríguez y Milanés, con bellísimas canciones, letras comprometidas y una melodía maravillosa, habían interpretado la trascendencia de aquella revolución.

En 1992, el arrepentimiento hasta ahí más notorio del régimen, el de Pablo Milanés, aquel trovador que cantaba loas al castrismo, llegó a calificar de "represivo" al gobierno de la isla. Afirmó que el socialismo es un "fracaso" y reclamó una transición a la democracia.

Cuba adoptó el modelo soviético

Decía Silvio: "El origen está en lo que significó Cuba en el año 59 para el mundo. Yo tenía entonces 15 años, y cuando profundicé en la realidad social de América latina me convertí en un revolucionario". Apuntamos a que en la década de 1960, marcada por la intensificación de la Guerra Fría entre EEUU y la URSS, Cuba adoptó el modelo soviético y, con él, sus inflexibles políticas culturales.

La trova musicalizaba poemas que le cantaban al triunfo de la revolución, pero también a América latina y al amor. "Yo tenía 18 años y me enamoré de una muchacha mientras hacía el servicio militar. De allí surgió ‘Ojalá’", contaba Silvio sobre una de las creaciones más aclamadas. Milanés, por su parte, prometía "yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada", en homenaje al derrocado presidente chileno Salvador Allende.

 

Huir del dictador Fidel Castro

Pasó el tiempo y fueron pasando cosas. Algunas noticias que nos venían de la isla caribeña nos hacían saber que cientos de cubanos se lanzaban al mar, en minúsculas balsas, para refugiarse en Miami, especialmente. Huían de persecuciones, del hambre y, quizás, de la muerte. Fidel Castro se revelaba como un dictador, agravada su radicalización por el bloqueo económico que extendió Estados Unidos sobre esa isla. Cuba era considerada una intromisión del comunismo en América, por su alianza con la URSS. Esto lo padeció el pueblo y se mezcló en sus sentimientos, la realidad de la pobreza y las persecuciones, con la fantástica aventura de los guerrilleros, que bajados de Sierra Maestra, habían acabado con la dictadura de Fulgencio Batista. Para el mundo, Fidel era un dictador. 

Darse cuenta 

Según una frase de Thomas Jefferson, "cuando los gobernantes temen al pueblo, la libertad y la democracia están aseguradas. Pero cuando es el pueblo quien le tiene miedo al gobernante, eso es tiranía". A esta altura, mediados de los 80, Castro ya acumulaba casi 30 años ininterrumpidos en el poder, y los amantes de la revolución empezaron a darse cuenta de que su libertad estaba recortada. Para colmo el gran sostenedor del régimen, la Unión Soviética, se derrumbaba con la caída del muro de Berlín. 

Se conoció entonces, 1992, el arrepentimiento hasta ahí más notorio del régimen, el de Pablo Milanés, artista ya mundialmente conocido. Aquel trovador que cantaba loas al castrismo, llegó a calificar de "represivo" a gobierno de la isla, y afirmó que el socialismo es un "fracaso" y reclamó una transición del actual sistema de partido único, a la democracia. Entonces se peleó con el sistema y también con su gran amigo Silvio Rodríguez. Pero, en 2015, estalló el arrepentimiento de este. Para él, "las nuevas generaciones cubanas ya no se sienten parte de la revolución comunista, sino de otra cosa". También pidió terminar con la costumbre de "escuchar a quienes hablan lo mismo, con las mismas palabras, década tras década, como si las generaciones no vinieran también con sus propias palabras e ilusiones".

Y el último artista que arremetió contra el castrismo fue el rosarino Fito Páez, quien ante la suspensión de un documental hecho en Cuba sobre su persona, sostuvo "no soy amigo del régimen. Soy amigo del pueblo cubano. Creo ya han pasado muchos años, la revolución debe dejar de achacarle todos sus males al bloqueo de Estados Unidos".

Son transformaciones. Es darse cuenta. Saber separar el trigo de la cizaña, como enseña la Parábola del Sembrador. Estos hombres, fervientes defensores antes, se han parado frente a los horrores de la dictadura cubana, y a su tiempo han dado a conocer su arrepentimiento y pedir la plena vigencia de la democracia. De los arrepentidos se vale Dios.