Algunos lo recordarán por los maravillosos carruajes que se lucieron en fiestas como la del Sol y los carnavales. Otros, como el gran escenógrafo y utilero que trabajó con reconocidos bailarines y teatreros de la vieja guardia, con institutos de danzas y teatro; y también para programas de TV. No faltarán quienes no olvidaron su vocación docente. Y para los que peinan algunas canitas más, será imposible no señalarlo como el dibujante publicitario que se destacó en la agencia de Reynaldo Mattar y luego en su propio atelier publicitario, produciendo tanto para San Juan como para Mendoza, en épocas donde los avisos comerciales se ilustraban a mano. Pero antes de eso, y durante, Rufino Palomas tuvo otro amor, su verdadero y gran amor: la pintura. Estudió de modo particular con Federico Blanco y luego en la UNSJ, donde recuerda que sus profesores Leonor Rigau de Carrieri y Luis Quesada le preguntaban si realmente necesitaba trabajar, porque consideraban que tenía un gran futuro y la publicidad le iba a quitar tiempo. Pero él estaba entusiasmado y, cosas de la vida, dejó la facultad en el último año y tomó otros caminos. Allí quedaron los caballetes y bastidores, tapados de impecables dibujos publicitarios (se llevaba bolsas de productos a su casa para ilustrarlos), hermosas máscaras e impactantes muñecos de cartapesta que generaciones aplaudieron en las distintas celebraciones populares. Postergados, pero nunca olvidados. La introspección a la que a varios llevó la pandemia, especialmente en los dos primeros años de aislamiento cuando casi todas las actividades quedaron suspendidas, lo hizo reencontrarse con ellos. Y, de alguna forma, también consigo mismo. Como un impulso vital, Palomas volvió a tomar los pinceles y a llenar blancos con colorida creatividad. Fruto de ese proceso es su retorno al ruedo como "pintor de cuadros", que quedará a la vista de todos el domingo próximo, cuando inaugurará su exposición de la mano de la comuna de Albardón a través de su Dirección de Turismo y Cultura, que alentó y colaboró para llevar a cabo la muestra. 

"Es un sueño realizado. He hecho un montonazo de cosas y no me arrepiento de nada de lo que hice. Yo dejé de pintar pero siempre he trabajado en arte, últimamente hacía serigrafía con mi señora, en nuestro taller. Sí pinté unos murales en las iglesias de Albardón y la del Espíritu Santo; también en la Iglesia de la Consolación, de San Luis, que es el orgullo que tengo, de que mi obra quede allí para muchos años; pero dejé de pintar cuadros. Ha pasado el tiempo, pero yo soñaba… Cuando me hicieron un homenaje en vida acá en el departamento, hermoso, entre las cosas que me preguntaron fue si tenía algo pendiente; y yo dije: Volver a mis orígenes", relató a DIARIO DE CUYO el artista de 78 años, contando la génesis de este regreso que transita con plenitud absoluta y que ya ha generado otras invitaciones, como la del Centro Cultural Estación San Martín, convocado por su colega y amiga Silvina Martínez, que se concretará el año próximo y para la que ya está manos a la obra. 

"Hace 50 años que no me pongo frente a un lienzo a pintar. Era un desafío pendiente y la pandemia, que ha sido algo terrible, también me dio el tiempo para hacerlo. Comencé con muchísimo entusiasmo a hacer bocetos, a dibujar, dibujar y dibujar. Un día vinieron de la municipalidad para hacer un registro para las redes sobre qué hacíamos en la pandemia; y María Belén Montilla -Directora de Turismo y Cultura de Albardón- me dijo "Es tiempo de que deje de bocetar y se ponga a pintar". Y le tomé la palabra", se explayó Rufino, quien hace carne la frase "nunca es tarde".

Lejos de las corridas de otrora, disfruta hoy de la paz de su casa en Albardón, especialmente del rinconcito que hace tiempo preparó para sus artes, una salita de estar que transformó en taller, adonde va apenas se levanta para plasmar sus vuelos. "Soy Palomas, vuelo", dice con una risa franca y orgulloso también de su apellido este descendiente de malagueños, a quien de pequeño elegían las maestras para que dibujara en los pizarrones para los actos escolares y que asombraba a los vecinos con sus pesebres modelados. Pacientemente retoca algún marco, imagina, pinta, se ilumina… Solo cuando duerme aparecen de vez en cuando los trabajos por encargo, el apuro de las entregas y el temor de no llegar a tiempo, pero se esfuman apenas abre los ojos. 

"Soy… libre, volando como mis pájaros y mis sueños" se anuncia su exposición, en la que aborda una temática con trasfondo onírico, dice, plasmada en 14 cuadros y tres "sorpresas". "Son como sueños, no digo abstracto porque respeto mucho la abstracción, en algún tiempo lo fui, pero ya no. Soy figurativo, con un estilo muy particular", se define Palomas. Y enfatiza: "Voy a ser el que fui. Mire, yo tengo esta imagen: Estaba ante un caballete con una base para pintar, me quedé dormido pintando y desperté 50 años después, ante eso mismo que estaba haciendo. Soy el mismo de aquellos años, no he cambiado", asegura. Y promete: "De aquí en más voy a dedicar mi vida a pintar. Soy feliz, sí, soy muy feliz". 

 

  • Algunas de las nuevas obras de Palomas, que volvió a ponerse frente a un caballete luego de cincuenta años. "Soy figurativo, con un estilo muy particular", definió su arte. 

 

 

DATO
"Soy…" inaugurará el 22 de mayo a las 19 hs en la Casa de la Historia y la Cultura de Albardón. Podrá visitarse hasta el 29 de mayo, desde las 18 hs. Entrada libre y gratuita.