Sin duda la noticia sobre la visita del Papa a Chile y Perú y su cobertura mediática monopolizaron la agenda informativa de esta semana, con la incredulidad de ver cómo lo que debería ser un momento de alegría y unión de los pueblos latinoamericanos, se convertía en motivo de debate y confrontación. Escribí esta columna con una extraña mezcla de sentimientos de bronca, frustración, esperanza y tristeza. Libre de prejuicios religiosos y políticos, he intentado poner en palabras el pensamiento del ciudadano común, aquel que independientemente de su postura política o religiosa, es testigo de cómo el papa Francisco, la figura emblemática más importante de nuestro país, es destrozada por intereses mezquinos y tendenciosos, haciéndolo formar parte de una grieta que parece ser imposible de zanjar.
Con el espíritu autodestructivo que caracteriza a nuestra sociedad y en el egocentrismo de sentirnos el centro del universo, la investidura de nuestro papa Francisco es puesta en permanente tela de juicio, haciéndolo partícipe de nuestro pequeño mundillo de politiquerías, rencores y traiciones, en una actitud que como argentinos nos denigra.
En un escenario en donde parecemos obligados a tomar parte de esta confrontación, parece que hemos perdido la capacidad de analizar el contenido y la profundidad de su mensaje.
Es innegable que el actual pontífice, a lo largo de su extensa y rica trayectoria como principal figura de la Iglesia argentina, ha tenido una larga relación con todos los sectores políticos de nuestra sociedad, situación que hoy nos impide tomar una postura imparcial.
Basta recordar sus confrontaciones con el kirchnerismo, que en el apogeo de su poder, huía sistemáticamente a Tucumán, de la solitaria y crítica palabra del entonces cardenal Bergoglio, en los recordados tedeums de los 25 de Mayo, críticas que se dieron a la par de sus confrontaciones con el actual presidente Macri, en oportunidad jefe de Gobierno de Buenos Aires, sobre temas tan sensibles a la Iglesia como el matrimonio igualitario, la legalización del aborto y la quita de subsidios a los colegios privados confesionales.
Si se analiza objetivamente la postura y actitudes de Francisco como sacerdote y principal autoridad de la Iglesia argentina, a lo largo de su vida, quizás nos sorprenderíamos gratamente con la coherencia de su pensamiento y accionar más allá de las autoridades y circunstancias de turno.
Esta extensa trayectoria como pastor de la Iglesia argentina lo forjó como dirigente social, estableciendo relaciones de simpatía y empatía con políticos y personalidades, relaciones que hoy se expresan y manifiestan en su cara y particular comportamiento al momento de la recepción vaticana.
Suponer que el Papa es kirchnerista o macrista, populista o liberal, es reducir a una mínima expresión la importancia de su figura como jefe de la Iglesia Católica. El papa trasciende a los políticos y personajes de turno, su investidura va más allá de ideologías y personas, su misión institucional trasciende a una sociedad en particular.
El oportunismo de políticos, gremialistas y dirigentes corruptos que logran la tan ansiada foto y reunión papal, no implica su aprobación, el “dime con quién andas y te diré quién eres”, entiendo no aplica a la figura papal, que en una actitud abarcadora y de consenso, más allá de la interpretación que se haga de sus caras, ha recibido a todos, en el marco de un comportamiento de Iglesia de puertas abiertas que ha caracterizado su gestión.
Sin duda para el hombre…, para Francisco, estrechar las manos de Maduro o de Trump no habrá sido una tarea fácil. El sinsabor de recibir a estos nefastos líderes del mundo actual es la muestra más clara que su intención de logros de consensos y puntos en común en este difícil panorama mundial, supera una mezquina actitud personal.
Creo que como argentinos nos debemos a la tarea de volver a jerarquizar la figura papal, el constante y reiterativo pedido de “recen por mí” es la súplica del papa Francisco para que los miembros de su Iglesia sepan comprender y entender sus debilidades y errores como hombre. Es tiempo que con objetividad y libres de prejuicios podamos disfrutar de su mensaje, el que nos es dirigido como parte de la humanidad y no como parte de nuestra particular sociedad, en la medida que no interpretemos sus palabras desde una óptica partidista y por ende minimalista, lograremos comprender la profundidad y sapiencia de su mensaje.
Como argentinos es hora que disfrutemos con orgullo de nuestro Papa Francisco, independiente de nuestras ideologías, debemos entender la magnitud de haber dado al mundo su principal figura pastoral. Su casi imposible y titánica tarea de transformar y modernizar una institución forjada en más de dos mil años de historia requiere de todo nuestro apoyo. Las reformas en torno a los sacramentos a divorciados, el avance contra la institución del celibato sacerdotal, la erradicación de la pedofilia en el ámbito de la iglesia y la necesidad de sincerar las corruptas arcas del Vaticano, entre otros temas de gran relevancia, requiere que estemos a la altura de las circunstancias. Basta de juzgar al Papa desde nuestra perspectiva, es hora de escucharlo y rezar por él.