Un período de vacaciones o de necesario descanso en el Sur de nuestro país, no puede ser una causa válida dentro del argumento utilizado por el presidente Mauricio Macri para justificar su ausencia, el próximo 1 de enero en Brasilia, al acto de asunción del presidente brasileño Jair Bolsonaro.

Muchas cosas unen a Argentina con Brasil como para que el primer mandatario argentino no esté presente en uno de los actos más significativos para un país, especialmente cuando se está dentro de un proceso destinado a fortalecer vínculos con las naciones, con el objeto de insertar a la Argentina en el mundo.

Macri no debería desestimar de que Brasil es un vecino estratégico por la relación mutua que mantienen desde el punto de vista político, geopolítico, económico, diplomático y militar. Sino que además, Brasil es el principal socio de Argentina en materia de intercambio comercial y de otras áreas como la del turismo que depende en gran medida de los vínculos que debe haber entre ambas naciones.

Expertos en diplomacia consideran que Macri debería cumplir con esta fórmula protocolar que se presenta como ineludible y necesaria, acudiendo al acto de asunción. Para hacerlo, debería interrumpir sólo por algunas horas su descanso y cumplir con una obligación preestablecida dentro de los roles que le toca asumir a un presidente constitucional.

La reunión bilateral que Macri ha pactado con Bolsonaro para el próximo 16 de enero será muy importante porque marcará el inicio de un diálogo entre ambos mandatarios para fijar la política de cooperación y complementación económica que tendrán en un futuro próximo. Pero existen dudas de que este acercamiento se pueda concretar bajo los mismos términos que si Macri hubiese decidido hacer acto de presencia en la asunción presidencial. No se sabe cómo tomará Bolsonaro el comportamiento del presidente argentino, a pesar de haber acordado el encuentro bilateral en aparente buenos términos a quince días después de su asunción.

Guardar las formas y respetar las normas protocolares representan una buena fórmula para cultivar las relaciones bilaterales entre países. Los presidentes con el asesoramiento de sus cancilleres saben cómo actuar en este sentido, algo que en esta ocasión parece no haber sido tenido en cuenta, al menos que haya otra estrategia destinada a sacar un mayor provecho de esta forma de actuar.