Tanto se había esperado el regreso del público a las canchas de San Juan que toda esa expectativa se hizo realidad con un marco sensacional en Trinidad. La Popular Sur y parte de la Platea Este fue copada literalmente por Unión y su gente. La Popular Norte también tuvo gran marco con los hinchas de Colón. Un colorido tremendo, una postal que muchos queríamos volver a ver, que por muy poco no terminó en escándalo. Todo, por la violencia. Y en esta ocasión desde adentro de la cancha para afuera y con un par de amagues de los hinchas azules por invadir el campo de juego. No pasó de eso. De intentos, pero quedó flotando la sensación de que todo es tan endeble en nuestro fútbol que pudo pasar cualquier cosa.
Como prevención, la serie de penales terminó en el otro arco.
Luego del 1-1 intenso y merecido por los dos semifinalistas, con algunas protestas exageradas con el árbitro Sebastián Fernández, llegó la serie de penales y ahí, se desató lo que pudo ser otro capítulo oscuro del fútbol de San Juan. El arquero de Colón, Pablo Carrizo, decidió jugar su partido personal en cada previa de las ejecuciones y terminó, además de atajar, generando impotencia en Unión. La serie estaba 3-1 para Colón y llegó el cuarto penal de Unión que debía ejecutar Estrada. Cuando acomodó la pelota, Carrizo hizo todo el ritual y en el momento de la ejecución reclamó que algo había volado desde la tribuna de Unión. Ahí, se descolocaron varios como Altamirano y el arquero suplente, Balmaceda, para terminar cruzando incluso un par de manos con los de Colón. Miguel García era el más buscado y con todo ese escenario desde adentro, los hinchas de Unión amagaron con dos invasiones que no prosperaron. Así, del colorido de fiesta, la violencia casi empaña todo, frustrando todo el esfuerzo.