Este 9 de julio celebramos el 205¦ aniversario de la independencia de la patria, quizás la fecha más conmemorativa de nuestra historia, ya que marca el comienzo de una nueva etapa de nuestra Nación como Estado y el comienzo de un largo camino de lucha y aprendizaje que nos llevaron a ser, hoy, un pueblo con libertad, progreso y en pleno ejercicio de los derechos ciudadanos.
Es interesante recordar que aquel 9 de julio de 1816, cuando se firmó el acta de independencia, el presidente del Congreso General Constituyente, era nuestro ilustre comprovinciano, Francisco Narciso Laprida, aunque este fue un hecho casi fortuito (pero no menos significativo claro), ya que, esta junta parlamentaria sesionó desde el 24 de marzo de 1816 al 16 de enero de 1817 en San Miguel de Tucumán, y posteriormente en Buenos Aires, entre el 12 de mayo de 1817 y el 11 de febrero de 1820.
La junta se conformó con los representantes de las provincias y tenencias del Virreinato del Río de la plata, a la que no asistieron las provincias que formaban "La Liga Federal" y que respondían a Artigas: la Banda Oriental, Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y la comandancia general de Misiones. Por eso algunos historiadores la llaman la "Independencia Unitaria".
Pero sí estuvieron en la declaración de nuestra independencia algunas provincias del "Alto Perú" (hoy Bolivia) como Charcas, Cochabamba, Chichas y Mizque.
El congreso de Tucumán declaró la independencia de las "Provincias Unidas en Sud América", no sólo de España sino de "toda dominación extranjera" (agregado que se realizó el día 25). El nombre Argentina recién fue impuesto en 1860 por un decreto del presidente Derqui.
Gran parte del debate se centró en definir qué modo de gobierno se adoptaría y dónde debía funcionar la capital. En este contexto Manuel Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, había hecho llegar la propuesta de una "Monarquía Constitucional" cuyo monarca fuera un descendiente de los incas con sede en Cuzco. Además de la sugerencia de Belgrano, estaba la moción de una República Representativa, que fue la más votada. La capital terminó siendo Buenos Aires por razones de fuerza mayor, ya que el Congreso debió abandonar Tucumán ante el avance de las tropas realistas.
Para difundir la noticia de la independencia, el Congreso envió por medio de chasquis, en carreta y a caballo, copias del Acta, de la cuales se habían impreso 1.500 ejemplares en español y 1.500, en quechua y aymara.
El 12 de julio (días más tarde de la firma), Laprida propuso un escudo para el congreso, moción que fue rechazada, por cuanto la junta se encontró sin sello el día 25, para autenticar los documentos que debía enviar con suma celeridad a Brasil para el reconocimiento como nación libre. Ante esta situación se usó un sello provisorio con un escudo de un sol sobre montañas, y entre ellos dos manos entrelazadas sosteniendo laureles. Este escudo puede verse en la placa conmemorativa del centenario de la patria, que está en la puerta de la Basílica de Ntra. Sra. De los Desamparados en Rivadavia.
Para realizar las reuniones del Congreso, se alquiló a Doña Francisca Bazán de Laguna una casa tipo zaguán con patio abierto, en el centro de la Ciudad de Tucumán. La casa original fue construida durante la década de 1760 por el comerciante Diego Bazán y Figueroa, para ser otorgada como dote al matrimonio de su hija Francisca Bazán con el español peninsular Miguel Laguna. Años después de la independencia fue modificada varias veces y reconstruida de casi la ruina total. Aunque siempre se mantuvo la clásica fachada que todos recordamos de la escuela primaria. Finalmente, en 1941 la Casa de la Independencia fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Por Antonio Diaz Ariza
Docente – Escritor