
Convivir sin conflictos, tolerar diferencias, socializar. Para Rosa Haideé Videla Quiroga (28) estas expresiones están bastante lejos de su ADN como persona. Lo demostró sobradamente la noche del 7 de julio de 2012, en Pocito, cuando dejó su anonimato para pasar al reprochable estrellato de ser la asesina más sanguinaria de San Juan. Su histórico sello: 163 cuchillazos en el cuerpo de Cristina Olivares (madre de dos chicos), su rival en la pelea por el amor de su entonces amante, Miguel Palma, que era esposo de la víctima. Por ese histórico crimen fue a la cárcel, junto con sus cómplices, su cuñada Noelia Corvalán y el propio Palma, todos con el más duro de los castigos: perpetua.
Pero la cárcel, pensada para la recuperación y readaptación de los condenados, no es remedio para esta joven en la que no surte efecto el corset de las reglas y la disciplina. De hecho, en prisión se casó con otro preso, Jesús Gabriel Flores, con el que tuvo una nena (hoy de 3 años) y ahora intenta terminar sus estudios a través del Plan Fines.
Pero todas esas acciones parecen no modificar sus desinhibidos códigos de violencia contra sus propias compañeras y aun contra las penitenciarias, varias de las cuales le temen.
Esa actitud le significó también un costo: desde que está presa sumó otras tres condenas por amenazar y lesionar a las guardiacárceles, ya que el impulso agresivo lo mantiene intacto: "Las cosas tienen que ser ya y como ella quiere, si no explota", describió una de sus víctimas.
Segunda condena
El primero de esos castigos que recibió mientras cumple la pena máxima se lo impuso la jueza en lo Correccional, Carolina Parra. El 17 de febrero de 2017 le aplicó 10 meses de prisión por amenazar de muerte a la penitenciaria Iliana Tamara Rodríguez.
El episodio ocurrió el 27 de abril de 2016 cerca de las 8. Ese día debían llevarla al médico en el hospital Marcial Quiroga, pero no se pudo por la actitud de la interna: decía que no era necesario revisarla porque iba a estar todo el tiempo custodiada. Y empezó a insultar. La parte más grave se la llevó Rodríguez, a quien le dio una piña y alcanzó a rasguñarla, mientras la injuriaba y la amenazaba. "Milica cu…, te voy a abrir, no tengo nada que perder, cuando se haga el recuento te mato", le escucharon decir. Tan alterada y temerosa quedó la denunciante, que debieron trasladarla a otro lugar de trabajo.
En su defensa, Videla dijo que sólo levantó la voz porque querían poner a su beba en el piso sucio, pues en la habitación de requisa no había camilla, pero su versión no prosperó.
Tercera condena
Se la impuso la jueza en lo Correccional Mónica Lucero. El 22 de febrero de 2017 la castigó con 1 año y 9 meses por amenazas ("te voy a tajear, te voy a matar", dijo entre insultos) a la penitenciaria Ivana Mercado. Ese hecho ocurrió a las 9,25 del 6 de octubre de 2015, cuando le fueron a hacer un acta disciplinaria por no hacer la fajina, es decir tareas varias, como la limpieza de su celda, dijeron fuentes judiciales.
En aquel debate hubo que llevarla por la fuerza, porque no quería ir a Tribunales. Fingió una enfermedad, un médico constató que mentía y así llegó a juicio. Incluso durante las audiencias dio su versión (aseguró que actuó para proteger a su hija) a pesar de que su defensa oficial recomendó que se abstuviera de declarar.
Cuarta condena
Ocurrió el lunes pasado, otra vez en el Tercer Juzgado Correccional que dirige la jueza Mónica Lucero. Luego del escándalo inicial que hizo porque no le permitían estar en el debate con su nena, fue castigada a 1 año de prisión por lesiones leves agravadas (por atacar a un funcionario de seguridad) en perjuicio de la penitenciaria Fernanda Flores.
Esa agresión había ocurrido alrededor de las 18 del 21 de septiembre de 2017. Videla se resistía a volver a su pabellón luego de excederse unos 20 minutos en su horario de visita a su marido, preso en uno de los pabellones para varones. Cuando Flores la trasladaba junto a otras dos internas, Videla pasó de los insultos a las piñas y los rasguños contra la uniformada. "Me dijo que no era nadie para decirle a qué hora tenía que salir y que saldría cuando ella quiera", declaró la víctima.
Todas las condenas que le impusieron deberán ser acumuladas con la que recibió por el delito más grave: aquel traicionero y sanguinario crimen contra Cristina Olivares.
Un resonante crimen a traición
Cristina Olivares estaba casada con Miguel Palma, tenía 26 años y dos hijos de ese matrimonio que, para julio de 2012, no andaba bien. Ella estaba enceguecida con ese hijo de chacareros pocitanos, que no le era fiel, pues Rosa Videla hasta la había atacado a golpes en una ocasión. Entonces surgió el plan para sacarla del medio: la noche del 7 de julio de 2012, Palma llamó a Cristina para que lo fuera a buscar en moto a la casa de sus padres y lo llevara a la suya para cuidar los niños, mientras ella salía a ganarse unos pesos cuidando enfermos. Pero cuando fue, Videla y su cuñada Noelia Corvalán la emboscaron en calle 7 y Lemos, Pocito, la subieron con moto y todo a una camioneta de los Videla y una vez que le ataron las manos hacia atrás con un cinto de una chaqueta, Rosa le asestó 163 cuchillazos. Al otro día la hallaron y la Policía enseguida descubrió a los autores.
