Diego Armando Maradona ya es leyenda. Se fue para siempre. Pero será inmortal en la vida de todos y cada uno de sus fanáticos que riegan el país y el mundo, y que desde ayer sólo derraman lágrimas. El ídolo de multitudes partió de este mundo. Apenas 60 años, recién cumplidos.
Seis décadas que vivió al límite. Diego, desde que es D10S, pasó a ser parte de la humanidad. Sus gambetas, sus goles, sus rostros, sus frases, su todo, entrarán en una galería infinita que desde este momento es patrimonio de un planeta que lo adoptó como ídolo, con todos sus matíces.
Esa vida tumultuosa tuvo un final a tono, con desbordes en su despedida. Largas colas para ver unos segundos su féretro, llantos, banderas, hechos de violencia… excesos. Sus últimas horas fueron como vivió, al límite, con mucho ruido a su alrededor. Así se recordará a Diego Armando Maradona.
Y por fin descansa en paz, junto a sus padres bien cerca, Doña Tota y Don Diego, a quien más de una vez se lo escuchó decir que extrañaba. Para este Diego que tocó el cielo y las más oscuras profundidades a lo largo de su vida, sus ‘viejos’ representaban sus comienzos, Fiorito, la casa humilde, el cable a tierra.
Los restos mortales del ’10’ llegaron apenas pasadas las 19 de este jueves al Cementerio Jardín de Bella Vista, a 40 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, donde fue sepultado. El féretro fue llevado hasta su lugar de descanso por Guillermo Coppola, sus hijas Jana, Dalma y Gianinna, su ex mujer Claudia Villafañe y también por dos de sus hermanos.
La ceremonia en el cementerio fue breve y, además de su exesposa Claudia Villafañe y sus hijas Dalma y Giannina, permitieron el ingreso de no más de 25 invitados especiales. Nadie nunca sabrá si esos ‘elegidos’ por su familia fueron todos los que el ’10’ hubiera querido que estén en su último adiós. Acumuló a lo largo de su vida amigos, ‘entornos’, amores. Tal vez hubiera querido agregar a otros.
Lo que viene es tarea para los mortales, su familia. Reencuentros, repartirse el dinero que dejó el Diez y un montón de otras cosas. Lo que importa, ahora, es que Diego ya descansa en paz y está bien que así sea. El mundo se queda con su ‘obra’, con el fútbol que desparramó cada vez que la pelota estuvo en sus pies. Con las sonrisas que dibujó en propios y extraños. AD10S