Francisco Morales hacedor de manjares.

Yo no podría hacer lo que hace don Nolasco. El hombre, ya de 81 años, me ha invitado para que vea lo que elabora en su casa. Apretados sobre una alacena, decenas de frascos conservan mermeladas de diversos frutos, que salen de sus manos artesanales. Más frutos secos y otras dulzuras que atizan mi curiosidad por saber cómo ha llegado a dominar ese arte, que ni remotamente le sospechaba. De pronto, como gobernando el living, dos frascos en cuyo interior duermen sendos racimos de uva, marinados por un licor que se me antoja debe ser de una alta graduación. Pero la pregunta es cómo hizo para meter ahí esos racimos, si el volumen es superior a la tapa del frasco. Entonces me invita a pasar al fondo, donde me dice, guarda su secreto, no sin antes advertirme que es el único en el país que domina esa técnica. Aprobada por el Instituto de Tecnología.

A don Nolasco, que en realidad se llama Francisco Morales, lo conozco desde chico. Algunos años mayor, se crió por la Cereceto, hoy Ignacio de la Roza, al lado del club Sanjuaninos Juniors. Relata con orgullo que es hijo de madre soltera y que esa circunstancia le hizo templar el carácter desde muy chico y desde temprano buscó qué hacer para ayudar a su madre. Pero sin descuidarse en los libros, pues estaba convencido que era lo único que le permitiría salir adelante. Fue cadete primero, y luego auxiliar de oficina, en la escribanía Echegaray. De allí paso a la Asociación de Crédito Mendoza y luego al Banco Alianza, hasta que esa entidad dejo de funcionar. Paralelamente fue fotógrafo profesional. Empezó a incursionar en el arte de producir buenos almíbares con el tratamiento de frutos de la zona, como uvas, duraznos, damascos, dátiles, alcayotas, melón, membrillo, frutillas, tomates y ajos, combinados con frutos secos, aceite de oliva y brebajes especiales, traídos incluso de otras provincias, con las propiedades necesarias para optimizar el producto. Entonces paso al fondo y veo tres parras que a esta altura de noviembre ya exhiben pequeños racimos que cuelgan de los sarmientos. Y cada racimo metido de un frasco sostenido por piolines, "desde hace unos veinte días más o menos”. Ese es el secreto. ¿Cómo crece el racimo si no le da el aire y el sol directos?, es la pregunta que le hago. Y don Nolasco me explica a borbotones cómo es que logra que esos racimos maduren, no se pudran, y los bañe luego en grapa, traída especialmente de Valle Viejo, Mendoza. Así logra un manjar, con un contenido de alcohol cercano a los 45 grados. "Yo respondo hasta el segundo o tercer grano de uva. A partir del cuarto es responsabilidad del consumidor embriagarse o no”, dice orgulloso. No le alcanzan las horas del día para entretenerse con cada uno de esos frutos, a los que trata con la constancia de un orfebre y con el amor de una persona consagrada a producir cosas que alegran el alma de los demás. "Negrito” Morales, me fui de tu casa admirando que hayas podido también enriquecer tu espíritu, con esa labor que tus manos ejecutan como quien repasa cuidadosamente las cuentas de un rosario.