El amor conyugal verdadero prioriza siempre el bien de la pareja por sobre el bien propio.

En artículos anteriores, nos referíamos al amor matrimonial, según el capítulo IV de "Amoris laetitia", del papa Francisco. Queremos ahora reflexionar sobre la sexta característica del amor (1 Cor 13,4-7), "el amor no busca su propio interés", es decir, no busca el propio provecho o utilidad, no es egoísta, es "don de sí a los demás". Señala el Papa: "La Escritura afirma ‘No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás’ (Flp 2,4). "Ante una afirmación tan clara…hay que evitar darle prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás" (AL,101).

En el matrimonio, no es lo mismo "querer" que "amar". "Querer" se llama amor de concupiscencia, porque busca su propio bien a partir del otro; desea que el otro lo haga feliz: dice "te quiero porque me haces feliz". Es egocéntrico y posesivo. Este "querer" no es suficiente para construir un matrimonio exitoso, porque el enemigo destructor del matrimonio es el egoísmo.

El egoísmo consistente en poner los intereses propios en primer lugar, sin importar las necesidades de los demás. El egoísmo no puede vivir bajo el mismo techo que el matrimonio, porque la esencia del matrimonio es la donación y el servicio al otro.

"Amar", en cambio, se llama amor de benevolencia, porque busca el bien del otro por sobre el propio bien. Desea hacer feliz al otro. Dice: "te amo para hacerte feliz". Es alocéntrico y donativo. ¡Que le vaya bien a mi cónyuge, eso es lo importante!

El amor conyugal maduro, sólido y fuerte es aquel que acepta y ama a la persona entera, no solo con las cosas buenas y positivas que enamoran, sino también con los defectos que todos tenemos. Y se acepta como alguien que va a compartir y condicionar toda la vida. El amor conyugal auténtico es una entrega total de la propia persona: alma, corazón, cuerpo, toda la vida, presente y futuro.

Escribe el Santo Padre Francisco: "Santo Tomás de Aquino ha explicado que "pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado" y que, de hecho, "las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas" (Suma Teológica). Por eso, el amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, "sin esperar nada a cambio" (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es "dar la vida" por los demás (Jn 15,13). ¿Todavía es posible este desprendimiento que permite dar gratis y dar hasta el fin? Seguramente es posible, porque es lo que pide el Evangelio: "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis" (Mt 10,8)" (AL,102).

No buscar el propio interés, sino el del amado, es, pues, la sexta característica del amor conyugal.

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Lic. en Bioquímica. Orientador Familiar. Profesor.