El "sí" pronunciado el día de la boda implica un "no" para todos los demás. La fidelidad expresa la constancia de la palabra dada.

El papa Francisco en su magisterio sobre el amor conyugal nos ilumina sobre una de las exigencias esenciales del amor conyugal: la fidelidad. 

Con el consentimiento matrimonial, los contrayentes se prometen mutua fidelidad durante toda la vida: "Prometo serte fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándote y respetándote durante toda mi vida". 

Consecuencia del consentimiento libremente dado, es el vínculo creado entre ellos: "Yo te recibo como esposo"; "yo te recibo como esposa", y los dos quedan unidos entre sí, y vienen a ser "una sola carne", como expresa la Escritura (Gen 2,24).

Escribe el papa Francisco: "En el matrimonio se vive también el sentido de pertenecer por completo sólo a una persona. Los esposos asumen el desafío y el anhelo de envejecer y desgastarse juntos y así reflejan la fidelidad de Dios. Esta firme decisión, que marca un estilo de vida, es una exigencia interior del pacto de amor conyugal, porque quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día" (AL, 319).

El amor no tiene fecha de caducidad, de vencimiento. A nadie se le ocurre decir en vez de: "Te amo para toda la vida", la siguiente ridiculez: "Te amo por un tiempo, después no sé". O también: "Quiero ser todo tuyo" en vez de "quiero ser en parte tuyo y en parte de otro". El "sí" pronunciado el día de la boda implica un "no" para todos los demás. La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada.

Escribe el papa Francisco: "Cada mañana, al levantarse, se vuelve a tomar ante Dios esta decisión de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de la jornada. Y cada uno, cuando va a dormir, espera levantarse para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señor. Así, cada cónyuge es para el otro signo e instrumento de la cercanía del Señor, que no nos deja solos: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20) (AL,319).

Por lo tanto, el amor conyugal es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte y reclama la persona entera para ser vivida como "otro yo". 

La expresión bíblica "una sola carne" recordada por Jesús en Mt 19,6 apunta efectivamente a la esencia del matrimonio: ya no son dos, sino uno. Es la "unidad de dos" en lo conyugal. Los anillos que se entregan los esposos reciben el nombre de "alianzas" ya que recuerdan el amor prometido y realizado: la consagración del lazo de unión entre dos personas; un pacto que, a semejanza de la Nueva Alianza celebrada ente Cristo y la Iglesia, los hace "uno". "Una sola carne" es justamente el nombre del matrimonio: unión de los cuerpos y de las almas, y Dios con ellos.

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Orientador Familiar. Bioquímico legista. Profesor en Química.