"Los esposos que se aman, siempre se alegran de las cosas buenas que les pasan y de la felicidad del cónyuge…”.

 

En artículos anteriores, nos referíamos al amor matrimonial, según el capítulo IV de "Amoris laetitia”, del Papa Francisco. Queremos ahora reflexionar sobre la novena característica del amor (1 Cor 13,4-7), "el amor no se regocija en la injusticia, sino que goza con la verdad”.

Esta característica del amor se presenta en dos partes: primero, no se alegra cuando se le hace injusticia a alguien, ni cuando se cometen injusticias por alguna ventaja momentánea; y segundo, se complace en la verdad, participando de la alegría que siente Dios y todos los hombres buenos cuando las cosas van por el recto camino del bien y la virtud. "Es decir, se alegra con el bien del otro, cuando se reconoce su dignidad, cuando se valoran sus capacidades y sus buenas obras”, escribe el Papa (AL,109). 

La verdad está íntimamente conectada con el amor. La inteligencia ha sido hecha para conocer la verdad; la voluntad ha sido hecha para hacer el bien; y el corazón ha sido hecho para amar ambas cosas. Por eso, la verdad es uno de los mayores bienes que la divina Providencia ha puesto al servicio de la felicidad del hombre, que experimenta viva complacencia ante la verdad, dondequiera que esté, en la que ve un reflejo de la suprema e infinita Verdad, que es el mismo Dios. 

Los esposos que se aman, siempre se alegran de las cosas buenas que les pasan y de la felicidad del cónyuge. Es la alegría del amor. Vivir con alegría que el otro sea feliz y que le vaya bien en la vida. Por ello, debemos eliminar todo lo que pueda perjudicar nuestra capacidad de gozar con el bien del otro. 

Esto puede verse afectado con la envidia, el resentimiento, el egoísmo, como hemos visto antes. Señala Francisco: "Eso es imposible para quien necesita estar siempre comparándose o compitiendo, incluso con el propio cónyuge, hasta el punto de alegrarse secretamente por sus fracasos” (AL,109). La preocupación de nuestras propias necesidades por encima de las del cónyuge es una manera de egoísmo que impide el crecimiento y el desarrollo del amor conyugal.

"Cuando una persona que ama puede hacer un bien a otro, o cuando ve que al otro le va bien en la vida, lo vive con alegría, y de ese modo da gloria a Dios, porque "Dios ama al que da con alegría” (2 Co 9,7). Nuestro Señor aprecia de manera especial a quien se alegra con la felicidad del otro. Si no alimentamos nuestra capacidad de gozar con el bien del otro y, sobre todo, nos concentramos en nuestras propias necesidades, nos condenamos a vivir con poca alegría, ya que como ha dicho Jesús "hay más felicidad en dar que en recibir” (Hch 20,35). La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él” (AL,110).

La alegría por el bien del otro es, pues, la novena característica del amor conyugal.

 

Por Ricardo Sánchez Recio
Lic. en Bioquímica. Orientador Familiar. Profesor.