Uno de los atributos fundamentales de las sociedades civilizadas es la renuncia a toda violencia para dirimir discrepancias. Asimismo, la forma en que estas se resuelven llega a definir todos los órdenes de la coexistencia. Una comunidad pacífica asume que el monopolio de la fuerza lo posee el Estado, amén de que en Argentina está explicitado normativamente. Y cuando alguien decide utilizar la fuerza para imponer sus intereses, no queda delimitada a un hecho puntual, sino que todo un sistema de convivencia se empuja tambaleante hacia la incertidumbre, hacia la inestabilidad. Y esto es así debido a que las referencias últimas de seguridad y confianza se desdibujan.
Por el nivel de agresividad, ha generado desconcierto nacional el ataque a un puesto móvil de Gendarmería Nacional instalado en Villa Mascardi, Río Negro. Ya había antecedentes de ataques, no obstante en esta ocasión se trató de una demostración de salvajismo ante una fuerza de seguridad del Estado, haciendo vacilar todo el esquema de civilidad recién expresado. Es claro que no solamente se trató de exhibir capacidad de daño, sino también de la decisión de atacar al propio Estado argentino de una manera destructiva y humillante. Y esto realizado con letalidad, según testigos empleando armas de fuego y combustible para incendiar un ámbito ocupado por gendarmes. Se han registrado ya unos 20 incendios en la zona, pero este ataque, que llevó el adicional de asalto frontal, ha tenido el mensaje claro de multiplicar el temor. Quienes iban a proteger a vecinos y propiedades, se vieron en la necesidad de huir para salvaguardar su vida. Posiblemente no actuaron contra los atacantes, de acuerdo a lo que declaran los vecinos, por temor a ser sancionados con posterioridad. De ser así y pese a ello, una circunstancia así configurada significaría la claudicación del Estado en una de sus obligaciones básicas, específicas e indelegables.
El hecho concreto de la circulación viral de las imágenes de los incendios, y el testimonio de la impotencia de Gendarmería y vecinos, fue seguramente lo perseguido. El suscitar una sensación de vulnerabilidad total es parte de una estrategia típica de perfiles terroristas. Es mediante el miedo, el terror, que muchos de los que deberían ser amparados por el sistema, al verse tan desprotegidos, abandonan, se entregan y renuncian a defenderse. Difícilmente estos grupos vayan a dejar de lado estos métodos, ya han logrado mucho valiéndose de ellos. Si se toman en consideración algunos de los propósitos más elevados que persiguen, este ataque se podría interpretar como un escalón estratégico. Aspiran a constituir lo que llaman "Wallmapu", un país mapuche que abarca un tercio del territorio nacional argentino, con las provincias de Río Negro, Chubut, Neuquén, La Pampa y parte de Buenos Aires. Lo expresan abiertamente, no se trata de trascendidos ni de teorías conspirativas.
