
El domingo último se cumplió el 21¦ aniversario del ataque a las Torres Gemelas, considerado el atentado terrorista más importante en la historia de Estados Unidos de Norteamérica y de Occidente. Este ataque fue complementado por otro perpetrado al Pentágono y uno que tenía como destino el Capitolio -edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de EEUU-, pero que terminó con un avión que cayó en un campo de Pensilvania. Entre todos hubo cerca de 3.000 muertos y 25.000 heridos, lógicamente la mayoría en las Torres Gemelas, en el conocido World Trade Center, uno de los centros neurálgicos de la economía mundial, ubicado en plena ciudad de Nueva York.
El objetivo no fue elegido al azar ni tampoco perpetrado de manera improvisada, ya que los hechos demuestran que todo fue perfectamente calculado por expertos que se animaron a llevar adelante una de las acciones terroristas más grande de todos los tiempos, en uno de los países mejor vigilados del mundo.
Advertencia aún vigente
Tras los atentados del 11 de septiembre se consideró al terrorismo como un enemigo invisible capaz de atacar con gran eficacia los cimientos más firmes de una nación. El Yihadismo fue caratulado como si se tratara de grupos que constituyen una especie de multinacional corporativa del terror cuya propia existencia y estrategia hace difícil que se cumpla al 100 por ciento el objetivo de la seguridad. Por eso se considera que la lucha antiterrorista no acabará tan fácilmente, porque así como es difícil detectarla también es muy complicado enfrentarla en un mundo cada vez más complejo.
A 21 años de estos atentados, para los expertos en seguridad antiterrorista la vida no ha cambiado mucho. Sigue siendo más preocupante la amenaza de la delincuencia común considerada mucho más grave que los peligrosos salafistas -movimiento islámico reformista surgido en el siglo XIX que defiende un retorno purista a las ideas del Corán- que pueden actuar de un momento a otro, aunque la gente no se sienta tan amenazada.
Ante otras tantas incógnitas que aún plantea el 11-S podría hablarse también del desmesurado incremento del presupuesto de defensa: dos billones de dólares en financiación de urgencia para responder a los ataques, según el Servicio de Investigación del Congreso; hasta seis billones de dólares, según otros analistas. De las fake news generadas desde las más altas instancias: la más estrepitosa, la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak de Sadam Husein. De la creciente influencia regional de Irán tras el desalojo del poder de este, o, en fin, de la existencia de informes contrastados sobre la creciente actividad de los terroristas en Estados Unidos y en los países nodriza u originarios mucho antes de los atentados.
La audacia del terrorismo
La crónica de la fatídica mañana del 11 de septiembre de 2001 señala que la organización terrorista Al-Qaeda planeó meticulosamente la toma de los cuatro vuelos comerciales, destinados a impactar en objetivos específicos.
La operación fue ejecutada por 19 seguidores del terrorista yihadista apátrida Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda. Esos hombres se convirtieron en mártires al ser tripulantes de los aviones que fueron utilizados en los atentados.
Aunque la mayoría de los fallecidos a consecuencia de los ataques eran norteamericanos y las acciones habían estado dirigidas, exclusivamente, contra ese país, el atentado tuvo un impacto global por sus propias implicancias y porque las víctimas resultaron ser de 93 nacionalidades distintas, habituales habitantes de la cosmopolita Nueva York.
La sucesión de conflictos que tuvieron lugar tras el ataque coloca en primer lugar la declaración de guerra contra el terrorismo por parte de George W. Bush y la intervención en Afganistán, un mes después. Por otra parte, el 12 de septiembre de 2001, las medidas de seguridad en los vuelos se hicieron muy estrictas. La obtención de visados se hizo más difícil o imposible para ciudadanos de naciones árabes o musulmanas, hasta llegar al veto migratorio de Donald Trump a varios países árabes en 2017. El miedo a un nuevo golpe terrorista colonizó la política.
El antiterrorismo se instaló en la agenda política. Se creó el Departamento de Seguridad Nacional, con objetivos explícitamente antiterroristas y una descomunal burocracia.
El 11-S también nos legó las guerras eternas, como Afganistán e Irak, que han tenido costos extremos, no sólo militares, sino también por el gran número de civiles muertos. Una psicosis de vigilancia invadió a la población, cuando EEUU no era como Israel, donde todos miraban continuamente si había objetos sospechosos.
Una gran revancha
Conceptualmente, el 11-S fue una revancha colosal contra las supuestas humillaciones de Occidente, pero también contra los regímenes árabes que no aplicaban la sharía, según Bin Laden y los correligionarios tibios. Antes de mirar a Estados Unidos, un lugarteniente de Bin Laden había pretendido derrocar varias veces al Gobierno egipcio; el propio Bin Laden intentó descabezar el reino saudí. De ahí que, pese a las abrumadoras cifras del 11-S, la mayor cantidad de víctimas se sigue registrando a diario en países musulmanes. No obstante, la espectacularidad de las masacres en la estela del 11-S (Bali, 2002; Madrid, 2004; Londres, 2005; Bombay, 2008) opacaba, una vez tras otra, a las víctimas no occidentales.
Ideólogos de los atentados
La guerra contra el terrorismo se eterniza en Guantánamo, en la Isla de Cuba, donde permanece el cerebro de los atentados, el paquistaní Khalid Sheikh Mohammed, detenido en 2003, y otros cuatro acusados. Desde la presentación de los cargos, en 2008, los cinco están en un penal que llegó a albergar a casi 780 yihadistas, y donde aún permanecen 40.
De acuerdo con el pentágono, la idea de secuestrar aviones e impactarlos contra objetivos estadounidense, que cambió para siempre las medidas de seguridad de los vuelos, partió de este hombre. Como integrante de Al-Qaeda convenció a Bin Laden de llevar a cabo los atentados. Actualmente está acusado de crímenes de guerra y asesinato masivo por una comisión militar de EEUU.
Los atentados del 11-S de hace 21 años tienen todavía tantas tramas que dilucidar que se ha llegado a expresar que ni el guionista más avezado podría cerrar su argumento con la palabra "fin", para una novela en la que quedó demostrado cómo un grupo terroristas fue capaz de vulnerar la seguridad de una de las naciones más poderosas del mundo.
Una ciudad dentro de otra
Las Torres Gemelas estaban emplazadas al Sur de Manhattan, en un barrio conocido como Financial District, corazón de la actividad económica mundial. Las "dos hermanas" formaban parte de un complejo de 7 edificios llamado World Trade Center, de los cuales cayeron 4 (incluyendo las Twins). El WTC era un espacio de oficinas con una gran actividad mercantil. Tenía su propio código postal, comisaría, enfermería con equipo de cuidados intensivos, 4 líneas de subtes y un consumo de electricidad equivalente al de una ciudad de 40.000 habitantes.

Un año de atentados
Durante el 2001 se sucedieron los siguientes atentados terroristas:
-18 de mayo: suicida palestino detona un chaleco bomba en un centro comercial de Israel. 16 muertos.
-1 de junio: el Movimiento Hamas se adjudica un atentado en una discoteca de Tel Aviv. 17 muertos.
-16 de julio: atentado suicida en una estación de trenes en Jerusalén por parte de Jihad Islámica. 2 muertos.
-9 de agosto: hombre bomba en una pizzería de Jerusalén. 20 muertos, entre ellos 6 niños.
-12 de agosto: inmolación de un joven de la Jihad Islámica en un restaurante al Norte de Israel. 1 muerto.
-9 de septiembre: dos ataques suicidas de Jihad Islámica, cerca de una estación de trenes al norte de Israel. 4 muertos.
