El Banco Central cerró un contrato por USD 20,6 millones con la Casa de la Moneda de Brasil para producir e importar billetes de $ 1.000 lo antes posible, a tiempo para el tradicional aumento de la demanda de efectivo de cada fin de año. La circulación monetaria, billetes y monedas en existencia, creció 45% este año en medio de las medidas de aislamiento dispuestas para enfrentar la pandemia de Covid-19. La Casa de la Moneda local no dio abasto y hubo que sacar a circular billetes de $ 100 antiguos para poder cubrir las necesidades de dinero de los bancos.
Los datos del contrato que firmó el Banco Central argentino con la Casa de la Moneda de Brasil fueron dados a conocer ayer por el periódico especializado Valor Económico. Voceros de la autoridad monetaria argentina prefirieron no hacer comentarios.
“Ingresos de 20,6 millones de dólares renuevan la expectativa de la empresa estatal de terminar el año en equilibrio financiero Después de dos años sin cerrar acuerdos internacionales, la Casa de la Moneda de Brasil (CMB) firmó ayer un contrato millonario con el gobierno argentino para la fabricación de 400 millones de billetes. La producción comenzará el próximo mes y debería durar hasta marzo de 2021”, publicó el diario de San Pablo.
A medida que se acerca fin de año, la época en la que estacionalmente los argentinos demandan más dinero físico para cubrir sus gastos, el Banco Central ve venir un problema logístico importante. Luego de que por la cuarentena se disparara la cantidad de dinero en circulación de la mano de la bancarización de millones de personas a través del Ingreso Familiar de Emergencia, la masiva emisión monetaria y la preferencia de las familias por tener dinero en efectivo a mano en días de incertidumbre los bancos temían la llegada de fin de año.
Las necesidades urgentes de dinero en papel se cubrieron durante la emergencia sanitaria como se pudo. Dado que el ritmo de producción local de billetes de $ 1.000 y $ 500 no alcanzó a cubrir lo que los bancos inyectaban a través de cajeros automáticos de todo el país, el Banco Central recurrió a viejas emisiones de billetes de $ 100 que nunca habían entrado en circulación (lo que explica el renacer de la circulación de papeles con la efigie de Eva Perón luego de que ese diseño fuera reemplazado por el de imágenes de Tarucas).
Así, de los 1.242 millones de ejemplares que este año se lanzaron a circular -un aumento de casi 25% en el año-, más de 739 millones de unidades correspondieron a papeles de $ 100 que hoy tiene un poder de compra menor a USD 1 medido a tipo de cambio oficial más impuesto PAIS, el dólar. O sea, el 60% de los nuevos billetes que salieron a la calle fueron de esa denominación mediana.
Sin embargo, si se mide en términos de valor, los 363 millones de billetes de $ 1.000 que se sacaron a la calle este año tuvieron un impacto mucho más importante. Fueron menos del 30% de los nuevos billetes lanzados pero explicaron casi un 500% del aumento de la circulación monetaria, al valor 10 veces más.
La proliferación de billetes pequeños causó toda clase de dolores de cabeza a los bancos. Billetes más chicos, combinados con más demanda de efectivo por parte de las familias, significó recargar más veces a los cajeros automáticos, menos tiempo de operación efectiva de esos mismos cajeros porque pasaron largos períodos sin dinero, más viajes de transportadoras de caudales -principales ganadoras ante el problema- y la necesidad de mayores espacios de atesoramiento para la logística.
Los problemas para manejar efectivo a medida que la inflación hace perder valor a las emisiones más viejas estuvo detrás del proyecto, hoy abortado, de un billete de $ 5.000 con la imagen de Ramón Carrillo. El diseño de esa emisión tenía algunas fallas, como la falta de hilos de seguridad vitales para los papeles de mayor denominación, pero más aún se chocó con la decisión presidencial de evitar el impacto político que podría tener la impresión de denominaciones tan altas.