Camisetas de Colombia, Senegal, México, Italia, del Spartak de Moscú, sombreros, bufandas, gorras, camperas, impermeables y hasta una bandera de Rusia. Son algunos de las decenas de "souvenirs" que se llevó a su casa un hincha argentino en un intercambio con simpatizantes de otros países. Se trata de Agustín Arguimbau, un cordobés de 34 años, que llevó 50 camisetas albicelestes a Rusia, con el objetivo de venderlas y costear parte de los gastos que le deparó el viaje al mundial.
El negocio iba de maravillas con estas casacas no oficiales y compradas en un mayorista. Con la fiebre por Messi en el medio hizo que en la primera semana salieran rápidamente casi la mitad. "Una me la llegaron a pagar a 100 dólares", cuenta quien se gana la vida como chef en su pueblo, Calchín, y que asegura que casi no les ponía precio, directamente los hinchas lo encaraban con 4.000 o 5.000 rublos (unos 1.700 y 2.200 pesos, en promedio) Sin embargo, cuando la rentabilidad prometía financiar buena parte de la aventura mundialista, el plan cambió. Resulta que su hijo, Maximiliano, de 13 años, que cursa 2´ año, le mandó una foto de la libreta con todas las materias aprobadas.
Ahí, este fanático de Belgrano decidió premiarlo con una colección de camisetas. Entonces comenzó el trueque con los hinchas y turistas de cualquier nacionalidad que se cruzara en su camino. Agustín cargaba la mochila con su "mercadería" y se iba todas las noches al centro neurálgico donde se reunían los simpatizantes en Moscú. Este es la peatonal conocida popularmente como "La Calle de Las Luces", poblada de bares y restaurantes, a un par de cuadras de la Plaza Roja. Ahí el intercambio fue más fluido que la venta y hasta más beneficioso, ya que la albiceleste se cambiaba "derecho" por camperas u otra clase de souvenirs de más valor. "Un tipo me la cambió por el conjunto que trae la taza, la pelota y los muñequitos de la mascota, que se ve que los acababa de comprar", cuenta el hincha que supo manejar a la perfección el "idioma del fútbol" ya que no domina ninguna lengua que no sea el castellano. Inclusive, los jóvenes voluntarios de la organización entregaron su indumentaria, campera o impermeable, por la albiceleste. Este trueque se entiende fácilmente al ver la atracción que causaba el hincha argentino y sus canciones (con el aura de Messi siempre presente). Por eso, el mismo Agustín, como cientos más, pueden dar fe de cómo la gente les pedían fotos y autógrafos con ellos apenas divisaban una camiseta celeste y blanca.
"Nos teníamos que sacar la camiseta argentina para que no nos pidan más, fue algo increíble, no lo vi con hinchas de otros países", expresa quien seguramente convirtió a su hijo en uno de los argentinos con el mejor regalo de los procedentes del mundial.